Con la masificación de la tecnología y el uso de las redes sociales, los niños, adolescentes y adultos forman parte de una generación hiperconectada. Información aportada por el sitio "Ser digital" plantea que los niños pasan 3,6 horas frente a las pantallas y los adolescentes 3,9 horas. Los adultos también aportan su cuota.
Los padres hiperconectados a la tecnología se desconectan a su vez de lo que está pasando con los hijos, además de ser un mal modelo y de no tener autoridad moral para poner límites en esta área.
Entre las muchas desventajas, un estudio en Estados Unidos sostiene que las personas que pasan más tiempo conectados a plataformas virtuales tienen un menor grado de satisfacción con la pareja. Otro estudio realizado en Chile por Daniel Halpern y Sebastián Valenzuela sobre uso de Facebook y divorcio, publicado por la importante revista "Computers in Human Behavior", demostró que el número de divorcios se incrementa con el uso de Facebook.
En la medida en que se van haciendo adictos a la tecnología, los adolescentes relatan sentirse ansiosos cuando no están conectados, al igual que los alcohólicos cuando no pueden beber. En la sociedad actual, el estar conectados a un aparato los hace sentirse acompañados y menos solos.
Uno de los mayores riesgos que presenta internet es que los niños están expuestos a navegar por sitios sospechosos, donde los pueden conectar a redes de pedófilos o de pornografía, entre otros peligros. También es un riesgo asumir como verdadera una cantidad de información falsa o poco rigurosa que circula en la red. Es un desafío educativo enseñar a los niños a distinguir y buscar información en sitios confiables.
La forma de relacionarse entre las personas, y especialmente la de los niños, cambia a través de la red al no estar presente claves que solo se dan el estar cara a cara. Cuando la mirada del otro está ausente, cuando se pierde la retroalimentación que da la expresión no verbal, cuando no se escucha la voz del otro y los mensajes se dan y reciben desprovistos de claves sutiles de la comunicación, existe un claro riesgo de ser más egocéntrico, de no atender a lo que le sucede al otro y centrarse solo en lo que uno quiere decir. Quizás por ello y por una relativa impunidad que tienen las agresiones por esta vía, se calcula que más de un 10 por ciento de los niños están expuestos a recibir ciberbullying de sus compañeros.
Los padres y profesores necesitamos saber dónde navegan nuestros hijos y cuánto tiempo les dedican a las pantallas y a sus redes. Dejarlos a la deriva es como permitir que una pequeña embarcación navegue sin brújula ni destino conocido, en medio de un océano tormentoso.