Esta película toma base en un suceso ocurrido en 1974 en la precordillera atacameña, cuando tres hermanas de la etnia coya se suicidaron colgándose de una roca. Pero en verdad, quien expandió este incidente policial minúsculo fue el dramaturgo Juan Radrigán, que en 1980 escribió Las brutas, un ya legendario tour de force escénico, donde las tres mujeres se enfrentan a un desierto invisible que poco a poco las va enloqueciendo.
La adaptación dirigida por el cineasta Sebastián Sepúlveda sigue, en su mayor parte, la obra de Radrigán. Incluso conserva -sin explicitarlo- la ubicación geográfica elegida por el dramaturgo: el sector llamado laguna de Puquío, a cierta distancia de Inca de Oro y Potrerillos, una tundra seca, rocosa y sin más vegetación que unos arbustos correosos, con valles que avanzan como inmensos laberintos hacia el Altiplano.
En ese paraje desolado habitan las tres hermanas Quispe, Justa (Digna Quispe), Lucía (Catalina Saavedra) y Luciana (Francisca Gavilán), criando cabras y ordeñándolas para producir queso, que es su única actividad productiva y su única actividad en general. Sus padres han muerto, igual que su hermana mayor, María, y hay alguna sugerencia de que el destino de esta última fue decidido por la agresión sexual de un pasajero. Son analfabetas, no han tenido ningún tipo de educación, viven en una choza-caverna y repiten las tareas de otras generaciones. Su vínculo con la vida es más geológico que social.
Sus únicos contactos con el mundo son unos invisibles vecinos distantes y un verboso vendedor de ropa, don Juan (Segundo Araya), que les informa lo que está ocurriendo en este 1974: "allá abajo" (en Copiapó) los carabineros arrestan a medio mundo, el gobierno ha dictado una ley para matar a los cabríos y la gente está dejando las tierras. Las mujeres interpretan estas inexactitudes con una ansiedad apocalíptica, alimentada por el terror a los hombres, las instituciones y las ciudades.
Entonces, en la mitad del metraje, aparece un sujeto que busca un paso hacia Argentina. Fernando (Alfredo Castro) ha sobrevivido a un fusilamiento y ahora huye de la dictadura. Es un personaje que no está en la obra de Radrigán y carga a la historia con un vulgarismo político que en la pieza teatral es pura sutileza. Son los peores minutos, los que menos aportan y más se apartan de la naturaleza escalofriante del drama de las Quispe.
Tal "explicación" política tiene alguna concomitancia con la decisión de denominar "niñas" a tres mujeres de 56, 48 y 47 años. Esta forma de conmiseración, que está en las antípodas de la ferocidad de Radrigán con sus "brutas", muestra otro de los límites del proyecto. Pero, más allá de estas renuncias, Las niñas Quispe es un extraordinario esfuerzo de realismo telúrico, un intento por meterse en el choque tectónico de la conciencia y la naturaleza, lo que puede ser una idea demasiado densa para las muchas manos moras que suelen cruzarse en la ópera prima de un debutante talentoso. Pese a todo, un debut notable.
Las niñas Quispe
Dirección: Sebastián Sepúlveda.
Con: Digna Quispe, Catalina Saavedra, Francisca Gavilán, Alfredo Castro, Segundo Araya.
83 minutos.