El programa de la Nueva Mayoría comprometió "cambios estructurales", no cualquier cambio. Ello significa establecer nuevas reglas del juego que, en esta etapa, abordarán lo tributario, la educación y la Constitución. La promesa es que, con ellas, Chile transitará desde el sistema "neoliberal" basado en el consumo hacia una sociedad de derechos, logrando así derrotar la desigualdad.
La Presidenta Michelle Bachelet y dirigentes del conglomerado han argumentado que es natural que estos cambios generen resistencias e incertidumbres: resistencia de quienes defienden sus privilegios, incertidumbre de los sectores emergentes de la sociedad que temen un retroceso en sus condiciones de vida aún precarias. También han comparado los desafíos del actual gobierno con los que enfrentaron Frei Montalva y Salvador Allende.
Nuestra historia nos enseña que los cambios estructurales pueden implementarse de distinta manera. Los impulsados entre 1964 y 1973 respondieron a un país y a un mundo muy diferentes, con niveles de pobreza y desigualdad extremos, expresados en analfabetismo y mortalidad infantil, marginación de grandes sectores de la sociedad, dependencia extranjera, Guerra Fría. Durante el gobierno de Frei las reformas fueron profundamente estudiadas, pero aprobadas por una mayoría circunstancial que no logró acuerdos más allá del partido gobernante. Por su parte, las reformas de la Unidad Popular fueron impulsadas por un gobierno de minoría, que tampoco logró construir acuerdos y terminó sobrepasado por una política de hechos consumados de los grupos más extremos. Por último, las transformaciones estructurales de la dictadura fueron impuestas y sin un diálogo democrático, lo cual dos décadas después sigue pasando la cuenta de legitimidad ciudadana.
En la mentalidad que se ha impuesto en el discurso público, pareciera que desde entonces no hubo más "cambios estructurales". Lo cierto es que se trata de una falacia. ¿Puede haber un cambio estructural mayor que pasar de la dictadura a la democracia? ¿O pasar de una educación para una élite a una educación masiva? El pueblo chileno, después de los traumas de dos décadas de divisiones y violencia, eligió mayoritariamente el camino de las transformaciones graduales y respetando la institucionalidad democrática. Chile fue capaz, desde entonces, de construir una sociedad de derechos individuales y sociales como no habíamos conocido antes. Ni el sistema de salud, ni el de educación, ni la Constitución, ni el sistema de justicia, ni el Código Civil, ni el rol del Estado son los mismos de hace 20 años. Todos estos cambios han transformado a la sociedad chilena como nunca antes.
La historia del Chile contemporáneo nos muestra que se logra avanzar más cuando los cambios estructurales se implementan sin tanta estridencia pero con gradualidad y acuerdos. Siempre se requieren nuevos cambios, las reformas de hoy son necesarias. Pero hay una suerte de despotismo ilustrado en querer reescribir las reglas del juego en una hoja en blanco. Los pueblos tienen historia, costumbres, valores, realidades que no son llegar y cambiar a la pinta del gobierno de turno. Si no, mire para atrás.
Mariana Aylwin