El Mercurio.com - Blogs : Niall Ferguson: "Comprender su propia historia es un paso esencial para que Occidente recupere la fe en sí mismo"
Noticias
Martes 02 de septiembre de 2014
Niall Ferguson: "Comprender su propia historia es un paso esencial para que Occidente recupere la fe en sí mismo"
De la crisis del euro a la China imperial. Del rol de la medicina en el desarrollo occidental al sangriento balance del siglo XX. Pocos tópicos quedan fuera de la mirada inquisitiva y provocadora de este historiador que ha alcanzado renombre internacional con sus libros y documentales. En Santiago abordará el tema Capitalismo y desigualdad y desde Nueva York, adelanta algunos de sus juicios: En un ambiente de bajo crecimiento, la élite puede tener una buena vida, pero no los que solo viven de su trabajo. El estado estacionario de la economía es parte de la historia de la desigualdad.
Elena Irarrázabal Sánchez
Desde Nueva York
Hace calor en Nueva York y las librerías -sí, quedan algunas en Manhattan- ofrecen variadas posibilidades para leer en el verano. Las memorias de Hillary Clinton, los thrillers de espionaje de Daniel Silva y la última novela de Murakami son opciones que se despliegan. Y allí también están, destacadas, las obras de Niall Ferguson (1964), el historiador británico calificado hace unos años por la revista Time como una de las cien personas más influyentes del mundo.
La portada de "The great degeneration" (2013), libro en el que Ferguson se extiende en cuatro razones que explican la decadencia de las instituciones y economías occidentales, aparece en los mesones a la entrada de Barnes & amp; Noble. Y en la llamativa vitrina con obras de la I Guerra Mundial su reconocida obra "The pity of war" (1988) comparte espacio con los libros más recientes de Mc Millan, Clark o Hastings.
El año 2008, un artículo de The Guardian calificaba a Ferguson como "uno de los pocos historiadores que hoy plantean preguntas serias". Según el periódico británico, a diferencia de lo que ocurría antes con figuras como Hobsbawm o Hill, en los últimos años los mejores historiadores son más bien "figuras de derecha".
En realidad, no es fácil clasificar a Niall Ferguson: su perfil dista mucho de lo convencional. "Soy ateo y muy liberal en lo que respecta a temas sociales. No soy realmente un conservador del tipo norteamericano, sí tal vez un conservador británico", argumenta a "El Mercurio" este intelectual con facha de actor. Ferguson está casado con Ayaan Hirsi, una somalí que trabaja en denunciar la costumbre de la ablación, mutilación sexual que ella sufrió de niña y lucha contra la sumisión de la mujer en el mundo musulmán. (Lo que significó el dramático asesinato de uno de los colaboradores de Ayaan, el cineasta holandés Theo van Gogh).
Autor de una decena de libros con amplio reconocimiento de la crítica, Ferguson no teme subrayar los hechos y lecciones que, a su juicio, muestra la historia y que algunos quieren ignorar. Sus opiniones suelen ser controvertidas y entre sus detractores figura el Nobel de Economía Paul Krugman, con quien ha sostenido potentes polémicas. Formado en Oxford y académico de reconocidas instituciones, hoy Ferguson vive en Estados Unidos y tiene la cátedra Laurence A. Tisch de Historia, en Harvard. "Cuando la gente me pregunta cómo soporto estar en una universidad tan liberal, mi respuesta es que es un indecible placer y probablemente sería menos feliz en una institución que estuviera de acuerdo conmigo. Sería aburrido", nos dice con la ironía que cruza sus opiniones y que se conjuga con una amabilidad muy británica.
-Aparte de sus conocidos libros, usted no les teme a las apariciones en TV, las columnas en los diarios o las charlas TED. ¿No teme ser acusado de "divulgador" o de "vulgarizar la historia"?
"Siempre he pensado que el conocimiento debería estar democráticamente disponible. Si uno enseña en una institución de élite, ya sea Oxford, Harvard o Stanford, tiene la responsabilidad de dirigirse a un público más amplio. He tratado de usar al periodismo, la televisión, la radio, las conferencias para compartir mi trabajo con la mayor cantidad de gente posible y la televisión es el mejor medio para hacerlo. Cuando la gente se burla de mi divulgación de las ideas en la televisión me parece la peor forma de elitismo, la idea de que solo debería escribir obras académicas para un pequeño y privilegiado público".
-¿Se define como un historiador económico? Muchas de sus columnas abordan la contingencia financiera y varios de sus libros tienen un claro cariz económico.
"Creo que sería una definición demasiado acotada, porque gran parte de mi trabajo ha tratado otros temas, como el poder. La pregunta que formula Tolstoi en 'La guerra y la paz' es cuál es el poder que mueve a las naciones y esa es mi interrogante. La economía es una parte de ese poder, pero solo una parte. En mi libro 'Dinero y poder en el mundo moderno, 1700-2000' traté de demostrar que la política a menudo domina la economía -sobre todo cuando hay guerras- y, por lo tanto, estudio tanto los conflictos bélicos como las finanzas. Creo que las preguntas más interesantes se refieren a los puntos de contacto entre la política y la economía, el poder y el dinero. Ahí es donde realmente me enfoco".
El colapso de las civilizaciones
-Una de sus tesis es que la historia no es cíclica y que a menudo los estados e imperios tienen un final abrupto, como sucedió con Roma, los incas, el Imperio Británico y la Unión Soviética.
"Es algo bastante intuitivo pensar que, al igual que los seres humanos, las instituciones históricas como imperios o estados crecen gradualmente, alcanzan su apogeo y luego van declinando de a poco. La teoría cíclica es increíblemente popular y empieza con los griegos de la Antigüedad. Pero no parece ser cierta. Cuando estudiamos las vidas de las instituciones, desde imperios a empresas, no tienen para nada ese tipo de vida. La vida de las instituciones tiene un crecimiento mucho más exponencial, un techo y luego un colapso muy dramático. Un sistema complejo está aparentemente en equilibrio, pero de hecho está al borde del caos y no hace falta mucho para que caiga por el precipicio. Cuando uno piensa de ese modo en los problemas históricos, se ven de otra manera. El mundo en 1914, cien años atrás, parecía ser estable para mucha gente. Sin embargo, en cuestión de días se desmoronó".
- ¿Hasta qué punto aplica este análisis a la situación actual de Occidente?
"En nuestro mundo, es tentador decir que Estados Unidos es más débil ahora que en tiempos de Reagan. Eso es lo que esperaríamos, un ocaso gradual. Es tranquilizador porque podemos decir 'tenemos un problema de deuda, pero no es tanto y tal vez sea un problema en 20 años'. Mi mensaje es que el mundo no funciona de esa manera. Cuando uno está al borde del caos, un choque relativamente poco importante nos puede precipitar. Si analizamos a la Unión Europea o Estados Unidos, es importante reconocer esa vulnerabilidad fundamental. La Unión Europea casi se desmoronó con la crisis de 2011-12, la crisis de la Eurozona. Se salvó por un pelo. En el caso de los Estados Unidos, me parece más estable que la Unión Europea, pero hay motivos de preocupación, sobre todo si uno considera a los Estados Unidos como un poder mundial cuya debilidad ha aumentado dramáticamente. Todos los días vemos las consecuencias de la disminución de su poder, en Europa del Este, Medio Oriente, el Lejano Oriente. Esas son las noticias".
-Al estudiar su auge y decadencia, usted retoma el estudio de Occidente como un todo, una temática que estuvo muy en boga, pero que terminó siendo criticada por caer, por ejemplo, en argumentos racistas. ¿Cuál es la diferencia de su enfoque?
"Una idea fundamental en mi análisis es distinguir muy claramente entre ideas culturales o raciales sobre la superioridad occidental y la interpretación institucional, que pienso es la correcta. Lo que desacreditó a la civilización occidental como concepto fue la tendencia -no siempre consciente- a caer en argumentos culturales o incluso raciales. Mi punto es que la predominancia económica y política de Occidente, es decir de Europa occidental y los lugares donde los europeos occidentales se establecieron, se puede explicar en términos institucionales. No se trata de razas ni de cultura. Con las instituciones adecuadas, cualquier pueblo del mundo puede alcanzar el nivel de los europeos y norteamericanos. Estas buenas instituciones explican la gran divergencia de desarrollo entre Occidente y el resto del mundo, que comenzó en los años 1500 y alcanzó su apogeo en la década de 1970. Desde fines de los años 70, esta historia es ahora de convergencia. En la medida en que las naciones del mundo no occidental han cambiado sus instituciones, repentinamente mejoran extraordinariamente su desempeño económico".
Una sociedad inmovilizada
-En su obra "Civilización" enumera los instrumentos que permitieron el desarrollo de Occidente. ¿Cuáles percibe hoy más débiles?
"Si repasamos la lista: el imperio de la ley basado en los derechos de propiedad privada; la competencia; el desarrollo de la ciencia; la medicina moderna; la sociedad de consumo y la ética de trabajo, llama la atención que en el mundo occidental todos están sufriendo un grado de deterioro y están mejorando en el resto del mundo. El nivel de educación científica que se está logrando hoy en día en las escuelas chinas parece claramente superior al que se logra en escuelas norteamericanas. La revolución científica, crucial para el surgimiento de Occidente y que ha seguido siendo algo que Occidente ha liderado, es muy probable que en algún momento de este siglo deje de ser monopolio de Occidente".
"En términos de competencia, hay un alarmante aumento de monopolios en las economías occidentales. La medicina occidental ya no es superior a la del resto del mundo: de hecho, la expectativa de vida es más alta en Japón que en los Estados Unidos. En cuanto a la ética de trabajo, eso ya no es un fenómeno occidental, más bien se ha trasladado al este de Asia. Y si analizamos el imperio de la ley basado en los derechos de propiedad, vemos todo tipo de problemas con eso, algo de lo que hablo en 'La gran degeneración' ".
-Le atribuye mucha relevancia a ese punto.
"El imperio de la ley sustentado en los derechos de propiedad privada es crucial porque se generan fuertes incentivos para invertir e innovar si esos derechos están asegurados, y claramente se promueve una transición a la democracia si la gente quiere proteger esos derechos. Cuando el Estado de Derecho se mueve en esa dirección es distintivo y nos ayuda a comprender por qué en Norteamérica, en que los derechos de propiedad tenían una definición diferente y estaban más expandidos, el desarrollo económico fue diferente al de Sudamérica".
-En su último libro, usted profundiza el concepto de "estado estacionario" en relación a Occidente. ¿Podría definirlo?
"Es un concepto que cito de Adam Smith, quien lo utiliza para referirse a la situación de China en el siglo XVIII, que tras una etapa de desarrollo se inmovilizó. Una buena parte de Occidente está en -o cerca de- esta situación de muy lento crecimiento. El estado estacionario es parte de la historia de la desigualdad. En un ambiente de bajo crecimiento, es la élite la que puede tener una buena vida, pero no los que solo viven de su trabajo. El mundo ha cambiado realmente: el estado estacionario está en Japón, ciertamente en Europa y hay peligro de que llegue a Estados Unidos".
El caso chileno
"El mayor peligro al que se enfrentan los profesores de Harvard es creer que saben todo acerca de todo", advierte Ferguson cuando las preguntas aterrizan en la situación chilena. "No soy un experto, aunque he estudiado la historia política y económica de Chile y tengo algunas opiniones al respecto".
-Hoy el debate político y económico en Chile se centra en la aguda desigualdad que muestran los índices.
"Sobre eso, hay que reconocer que si reducir las desigualdades se convierte en el principal objetivo del gobierno, puede tener consecuencias negativas no deseadas. Tocqueville entendió esto mucho tiempo atrás. Hay un trueque entre igualdad y libertad. El argumento de Tocqueville era que los franceses siempre le daban prioridad a la igualdad a expensas de la libertad y que había que aprender de los norteamericanos a favorecer la libertad en lugar de la igualdad. Ese argumento aún sigue muy válido. El segundo punto es que si uno cambia el sistema tributario, si uno vulnera los derechos de propiedad en aras de la igualdad, las consecuencias no deseadas pueden ser muy negativas. Los chilenos tienen que aprender de las experiencias de los demás y tenerlas en cuenta en sus debates. La lección más importante es la de darle prioridad a la igualdad de oportunidades en lugar de hacerlo a la igualdad de resultados y eso significa enfocarse en la educación en lugar de hacerlo en la redistribución a través del sistema impositivo".
-Retomar el rol del Estado en la educación, por ejemplo en las escuelas que hoy son propiedad de sostenedores privados, es otro tema en debate. Usted lo aborda en "The last degeneration".
" En mi libro planteo que canalizar fondos públicos a escuelas públicas no es necesariamente el mejor camino, ya que las escuelas más exitosas del mundo se benefician con la competencia. En la educación secundaria y superior, la competencia ha sido la fórmula ganadora en todas partes. El mundo tiene algunas lecciones importantes para Chile sobre lo que hay que priorizar y cómo mejorar las oportunidades en la educación".
-Hoy se debaten muchos temas en Chile: la reforma constitucional, el derecho de propiedad, el cambio del modelo económico. ¿Son dolores de crecimiento?
"Ahí está el tema de lo que produce en un país un aumento en las expectativas, que a veces puede llevar a una inestabilidad que es mejor evitar. Me pongo nervioso cuando la gente empieza a hablar de cambiar la Constitución. Es un vicio latinoamericano. Hacer enmiendas sí, pero no tratar de hacer de la Constitución un fútbol político. En cierto modo, los problemas que tiene Chile son causados por el éxito y surgen tentaciones cuando un país ha logrado ese tipo de mejora en el ingreso per cápita. Todos sabemos que hay trampas en el ingreso medio. Muchas de estas trampas son de naturaleza política y aunque creo que Chile no ha caído en ellas, hay ocasiones en que se puede acercar a ellas. Las lecciones de 'Civilización' y de 'La gran degeneración' se aplican muy bien a Chile y a América Latina. Si las instituciones actúan con sabiduría, se puede aspirar realmente a mejores estándares de vida".
Liderazgos cortoplacistas
- Pasando al contexto mundial, ¿cuál es el país que a su juicio está ejecutando mejor las instituciones occidentales o killer apps (aplicaciones demoledoras)? ¿China?
"China está ejecutando exitosamente casi todas las killer apps , salvo la del Estado de Derecho. Todavía existe un gigantesco desafío para el sistema chino y es crear un sistema significativo de derecho y de derechos de propiedad. Hasta que no pase, China será política y socialmente vulnerable".
-¿Y cómo podría Occidente recuperar la fe en sí mismo, según usted, una necesidad básica para detener este deterioro?
"Comprender la propia historia es el primer paso esencial, en especial en un momento en el que los relatos históricos se deleitan menospreciando los logros de Occidente, enfatizando únicamente sus aspectos negativos, explicando todo en términos del imperialismo y su maldad. No es cierto que todos los males del mundo fueran culpa de los imperios occidentales. Uno debe oponer resistencia con argumentos. En segundo lugar, se precisa un nuevo tipo de liderazgo en Occidente, menos centrado en la popularidad y en ventajas electorales de corto plazo y más enfocado en las futuras generaciones".
Sus libros: "En 2015 publico mi biografía de Kissinger"
Una pluma amena que no elude las anécdotas, pero tampoco las perspectivas globales o aristas más densas, le ha significado al historiador una producción bibliográfica reconocida y popular, traducida casi toda al español -sus derechos los maneja el famoso agente literario Andrew Wylie-. El listado de obras crecerá en 2015, fecha en que Ferguson estima publicará el primer volumen de la biografía de Kissinger en la que trabaja hace tiempo.
Su bibliografía incluye temáticas más económicas, presentes en obras como el libro y documental " El triunfo del dinero " -un capítulo aborda la creación de las AFP chilenas-, su premiada historia de la Casa Rotschild , su biografía del financista Siegmund Warburg , así como " Dinero y poder en el mundo moderno " (2001).
En el año 2003, el documental que preparó para el inglés Channel 4 dio lugar al libro "El Imperio Británico, cómo Gran Bretaña forjó el mundo" (2003). Un año después presenta su visión de Estados Unidos en "Coloso: auge y decadencia del Imperio Norteamericano" (2004), que recorre el pasado y presente de EE.UU. Allí apunta a que ese país no asume su responsabilidad como imperio global y vincula su fragilidad internacional a tres déficits (recursos humanos, dinero y atención a los conflictos). Ese libro y " La guerra del mundo: los conflictos del siglo XX y el declive de Occidente " tienen una versión televisiva. Sus dos obras más recientes (ambas disponibles en Chile) son " Civilización. Occidente y el resto " (2011, que también inspira una serie y una charla TED) y " La gran degeneración " (2013). En la primera recorre con una pluma ágil y entretenida casi 500 años de historia de Occidente, a través de los seis instrumentos -" killer apps "-que permitieron su auge, frente a imperios orientales aparentemente superiores. En la segunda aborda la decadencia de las economías occidentales por causas que a su juicio se vinculan con las políticas fiscales irresponsables, la sobrerregulación y la debilidad de la sociedad civil, ahogada por el Estado.
De la I Guerra Mundial a Gaza y Ucrania
"Pocos se dieron cuenta de que estaba a punto de estallar una guerra mundial y es por eso que debemos reconocer, en primer lugar, que un pequeño acontecimiento puede tener graves consecuencias. Todas las grandes potencias europeas apostaron por la guerra, pensando que obtendrían beneficios con ella. Todas se equivocaron y perdieron hasta los ganadores", señala Ferguson a propósito de la I Guerra, en cuyo análisis -la trata en varios libros- ha criticado el accionar, previo a la guerra, de potencias como Gran Bretaña. "El error de cálculo incluyó la incapacidad de advertir la capacidad destructiva de las naciones-Estado modernas y la duración que podría tener. Y una vez que empezó, nadie supo cómo detenerla. Eso significaba un acuerdo diplomático de alto vuelo que habría requerido arreglos de los participantes".
"Hoy en día un pequeño acontecimiento, como fue el caso del jet comercial abatido en Ucrania, ha creado una crisis internacional. No parece probable que lleve a una guerra mundial, ente otras razones, porque Europa no está preparada para pelear una guerra contra Rusia. Observamos un choque de poder económico y militar, así que buscamos no repetir los errores del pasado. Pero creo que todavía tienen relevancia las lecciones de este conflicto".
- ¿En qué aspectos?
"En primer lugar, tiene que haber un mayor reconocimiento de la fragilidad de la globalización y de la facilidad con que un pequeño acontecimiento se puede convertir en grande. Ciertamente, también nos recuerda algunas verdades fundamentales sobre el poder, que no solo tiene que ver con misiles, sino con autocontrol y diplomacia. Ya sea que hoy mire a Gaza o Ucrania, veo mala diplomacia y lo que parece una incapacidad crónica de los Estados Unidos y de la Unión Europea de alcanzar un acuerdo pacífico, a pesar del poder económico y militar de las potencias occidentales. Gran parte de lo que se ha escrito sobre esta guerra está equivocado y este es otro argumento a favor de una mejor comprensión de la historia".