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Editorial
Lunes 25 de agosto de 2014
Reorganización en Venezuela
El Presidente Nicolás Maduro ha planteado la necesidad de una "reestructuración global" para introducir criterios de "eficiencia" y de "honestidad". Luego renunció el gabinete ministerial para intentar reformas destinadas a enfrentar la caída acelerada de los indicadores económicos, la creciente corrupción y la gravísima inseguridad de los venezolanos...
El Mandatario está forzado a flexibilizar controles de precios, subsidios estatales y el mercado cambiario, causas de la corrupción generalizada, de la escasez de productos y de su contrabando a los países vecinos.
Se cree que entre las medidas a adoptarse estaría la reducción del abultado gabinete, cuyo número es de 30 ministros y 130 viceministros: una estructura onerosa, redundante y altamente ineficiente.
El poderoso ministro de Energía y Economía y presidente de la empresa estatal de petróleo, Rafael Ramírez -considerado moderado en relación a su destituido antecesor-, aspira a lograr un aumento del irrisorio precio interno de los combustibles, congelado desde la administración del Presidente Carlos Andrés Pérez, que fracasara en ajustarlos por una rebelión popular, decisiva para que Chávez lograra el poder.
Se estima que cerca de 100.000 barriles de petróleo y un 40% de los alimentos subsidiados, comercializados por el Estado, son enviados diariamente de contrabando fuera de las fronteras. Para detener el contrabando se dispuso el cierre nocturno de la frontera con Colombia. Muchos consideran que la medida es inútil por la dificultad de vigilar un límite de 2.200 kilómetros, controlado por fuerzas de seguridad que se benefician y participan del tránsito ilícito.
Ineficaz papel de Unasur
El deterioro de Venezuela es cada vez más evidente. Según la última encuesta de Gallup, este sería el país más inseguro del mundo, de acuerdo a la percepción ciudadana. Al mismo tiempo, el informe de la Oficina de Naciones Unidas sobre la droga y el delito la ubica en el segundo lugar de la región, tras Honduras, con un porcentaje de crímenes violentos durante el año 2012, de un 53,7% cada 100.000 habitantes. También son negativos los recientes informes económicos de la Fundación Getulio Vargas de Brasil y de la calificadora de riesgos china Dagong.
La disminuida oposición venezolana ha recibido con escepticismo los anuncios del Presidente Maduro. Su ex candidato presidencial, Henrique Capriles, sostiene que un mero cambio de gabinete no servirá mayormente. En tanto, su competidor Leopoldo López permanece en prisión sometido a un demorado proceso que puede concluir con la imposición de una pesada condena.
La misión entregada por Unasur a tres de sus cancilleres para mediar entre el Gobierno y la oposición parece haber terminado sin más resultados que los de favorecer la consolidación del régimen. Escasas posibilidades de una función eficaz de Unasur para promover el diálogo entre Maduro y sus opositores pueden esperarse del nuevo secretario general del organismo, el ex Presidente colombiano Ernesto Samper: fue elegido por los presidentes sudamericanos, a pesar de que durante su mandato presidencial estuvo cerca de ser destituido al descubrirse que su campaña había sido financiada por el Cartel de Cali.
La Nueva Guerra de Irak
El degollamiento del periodista norteamericano James Foley por los terroristas sunitas del llamado Estado Islámico de Irak y Siria (ISIS) aumentó las presiones para incrementar la presencia militar de los Estados Unidos en Irak. Lo probable es que no habrá un despacho masivo de soldados y que el combate en tierra siga a cargo de kurdos, sirios e iraquíes, pero el apoyo de Estados Unidos y de sus aliados a los combatientes aumentará. La resistencia de mayor involucramiento es comprensible. Están vivas las críticas por los gruesos desaciertos norteamericanos en la contraproducente invasión de Irak: la falsedad de las armas de destrucción masiva, que quitó legitimidad a la intervención; el elevado e inútil costo económico y de vidas de la operación; la tolerancia del sectario gobierno iraquí y la incapacidad de crear fuerzas de seguridad locales para establecer el orden interno y el normal funcionamiento de la economía iraquí. Pero es evidente la necesidad de evitar la consolidación del pretendido califato del ISIS: ya controla alrededor de 35 mil millas cuadradas en Siria e Irak, tres veces el tamaño de Israel. A la vez, dispone de millonarios ingresos por secuestros, cobros de protección, asaltos. Medios de los que nunca dispuso Al Qaeda.
La brutalidad de los efectivos del ISIS, los riesgos de genocidio a cristianos y kurdos y su probable extensión en Líbano, Jordania y en acciones terroristas en Europa y Norteamérica, han significado que Estados Unidos influyera para formar un nuevo gobierno iraquí, supuestamente efectivo y respetuoso de las distintas minorías; que entregara armamento a los kurdos y que dispusiera el uso de su fuerza aérea para contener a los terroristas, estimados en 15.000 y extendidos en Irak y Siria.
Tal es la brutalidad de los extremistas que hasta ahora no ha habido mayor resistencia de la opinión pública norteamericana a las medidas adoptadas por el Presidente Obama, y países como Francia, contrarios a la intervención en Irak, ahora patrocinan mayor apoyo a la resistencia.
Muchos apuntan que el fanatismo de los extremistas los llevará inevitablemente a la derrota. La población de los territorios que controlan no los tolera por su extrema violencia, esclavitud de las mujeres, asesinatos masivos, ultrajes y robos, hasta por su rechazo al cigarrillo y el alcohol, que son populares en Irak y Siria. Así lo cree Obama, mientras otros le reprochan que es obligación de los líderes acortar esas tragedias, aportando recursos militares significativos y formando alianzas políticas, que en este caso requiere de Irán y de una participación más decisiva de Europa, lo que parece improbable.