Señor Director:

La reforma tributaria finalmente contempla un aumento del impuesto a los destilados, entre ellos el pisco, desde el 27% a un 31,5%. El impuesto de las bebidas de menor graduación, como la cerveza o el vino, sube desde un 15% a un 21,5%. De esta forma, el precio relativo del pisco caerá aproximadamente un 2% o, lo que es lo mismo, el precio relativo de las cervezas o el vino subirá en similar proporción. Ello ocurre porque el alza es proporcionalmente menos gravosa para el pisco y más gravosa para el vino o la cerveza.

Si bien la demanda por alcohol es bastante inelástica, la demanda por cada tipo de alcohol en particular no lo es ya que existen sustitutos cercanos. Así, bajas en precios relativos como la del pisco debieran traducirse en un aumento de su demanda, no siendo descartable que la industria pisquera quede incluso mejor que antes de la reforma.

Lo anterior permite entender el lobby, pero no los argumentos de salud pública. Si lo que se busca es gravar la externalidad negativa ligada al consumo de alcohol, no se entiende que se privilegie a las bebidas de mayor contenido alcohólico. La solución adecuada es un impuesto de monto fijo por cantidad de alcohol. La propuesta original del gobierno, que combinaba un 0,5% por grado alcohólico y uno fijo por cantidad de alcohol, iba en la dirección correcta.

Ignacio Briones
Economista