¿Sabía usted que el número de menores de 10 años en Chile ha caído en más de 250 mil en las últimas dos décadas? Para ponerlo en perspectiva, el fenómeno es equivalente a la desaparición completa de San Bernardo. Las consecuencias económicas de esto son bien conocidas, y no voy a latearlo con ellas. Hablemos mejor de sus causas.

La literatura sugiere que rigideces y discriminaciones en el mercado laboral en contra de la mujer son causantes claves del problema. En Chile, estos factores probablemente impongan costos a la maternidad, pero no creo que expliquen todo. De hecho, los números indican que algo anda mal en otro mercado: el de las parejas.

Para ser honesto no soy experto en tal mercado, pero sí lo he estudiado (para los mal pensados, tengo la autorización de mi esposa para escribir esta frase) y un fenómeno reciente llama la atención: el impresionante aumento del número de mujeres entre los 25 y 35 años solteras y sin niños que están "en el mercado". El tema puede parecer simpático, particularmente para los solteros, pero deja de serlo cuando uno repara en que este explica parte de la caída en el número de nacimientos en nuestro país.

Veamos las cifras. Durante las dos últimas décadas, mientras el número de mujeres entre los 25 y 35 años aumentó solo en 8 mil, el número de mujeres sin hijos en el mismo rango etario creció sobre 100 mil (encuestas Casen). De ellas, el 67% no declara esposo ni pareja (60% vive aún con sus padres), lo que demuestra el aumento de "la oferta" al que hacía referencia. Pero los números revelan otro hecho importante: ocho de cada 10 mujeres en este grupo poseen un título de educación superior. En otras palabras, el crecimiento en la oferta está dominado por mujeres de alto capital humano.

¿Serán solo consideraciones laborales las que explican este (des)equilibrio de mercado? Lo dudo. Acá una explicación alternativa: como en muchos ámbitos, las mujeres han evolucionado más rápido que los hombres y han comenzado a chocar con los límites de una sociedad machista. A diferencia de ayer, ellas ahora demandan un compañero que entienda que el costo de oportunidad de cambiar un pañal, hacer una cama o planchar una camisa no depende del género de quien lo haga. Por lo mismo no están dispuestas a cometer errores. ¿Y los hombres? Bueno, no hemos estado a la altura de las circunstancias. De hecho, no es raro encontrar representantes del sindicato que se intimidan ante la idea de tener una pareja exitosa y con opinión.

¿Es la culpa entonces de los hombres? No del todo. Las fricciones que explican el desequilibrio se originaron en las mismas mujeres, pero aquellas de la generación pasada: las madres que criaron a sus niños pensando en el mercado del Chile de ayer. Es esa transmisión intergeneracional del machismo, de madre a hijo, lo que nos está costando caro.