Señor Director:
Tiene toda la razón
Amaro Gómez-Pablos cuando levanta su voz para denunciar la atrocidad que el gobierno de Israel está cometiendo en Gaza y defender su postura sin que lo acusen de antijudío, antisemita, enemigo de Israel, ni cómplice de Hamas.
Tiene toda la razón el gobierno de Chile, es más, tiene toda la obligación de llamar a informar a su embajador en Israel por violación al ordenamiento humanitario internacional en Gaza, sin que la reducida comunidad judía organizada de este país reclame desequilibrio y parcialidad en tal decisión.
Soy una más de los aproximadamente 20 mil judíos en Chile que, en su mayoría, no tiene una práctica comunitaria activa, ni forma parte de las organizaciones judías en este país. Hago una vida completamente integrada a la sociedad chilena y me siento identificada con lo que acontece en Chile. No por eso dejo de tener opinión sobre lo que ocurre en Medio Oriente, como ciudadana chilena y, sin duda, como judía también. Opinión que difiere de las declaraciones verbales y escritas de los dirigentes judíos chilenos a quienes no elegí, ni me representan.
Soy hija de madre y padre judíos, nieta, bisnieta y tataranieta de judíos por el lado paterno y materno, antepasados que han vivido en diversas partes del planeta, incluidos algunos parientes en Israel, hasta que una pequeña rama de tan larga familia judía finalmente se radicó en Chile.
Me siento chilena y judía y nunca lo he vivido como una contradicción, pues como judía me siento heredera de las tradiciones humanistas y libertarias de un pueblo que ha tenido que luchar por su sobrevivencia y reconocimiento y, como chilena, de una opción política que muy tempranamente hice por la democracia, la justicia social y el respeto de los derechos humanos. Amo a este país que acogió a mis padres y a sus tres hijos. Acá estudié y realicé mis primeros trabajos. En Chile he fundado mi propia familia, desarrollado mi profesión y militado en la izquierda.
El sueño de un Estado único, multicultural, plurinacional y diverso ya es parte de una utopía casi imposible de lograr, lo que obliga, al menos, a transitar por el reconocimiento de dos estados legítimos, Israel y Palestina, con fronteras que puedan asegurar a ambos pueblos una convivencia en paz.
Para alcanzar este propósito, no hay otro camino que el de las acciones e iniciativas políticas de parte del gobierno de Israel, la primera de las cuales debe ser el cese de la intervención militar en Gaza y de la violencia contra su población civil. Los líderes israelíes no cumplen su papel si se suman al miedo de la población y exacerban sus ánimos ofensivos, eso les puede garantizar apoyo electoral circunstancial, pero no seguridad futura para el Estado de Israel. Porque, ¿no se trata todo esto sobre el derecho legítimo de existir de ambos pueblos con sus estados?
Clarisa Hardy