La premisa de esta película parte cuesta arriba: un hombre de 57 años va a ejercer de gigoló no solo para señoras mayores, sino incluso para jóvenes y jovencitas. Un gigoló dudoso, para decirlo en breve.
Pero la posibilidad se la plantea en serio el judío Murray (Woody Allen) a su socio italoamericano Fioravante (John Turturro), mientras ambos cierran la tienda de libros raros que por años han tenido en Brooklyn. Ahora que el negocio va a la ruina, Murray ha oído que una mujer mayor desea experimentar un trío sexual, para lo cual querría contratar a un galán disponible. Y a Murray se le ha ocurrido que el hombre adecuado es Fioravante, que alguna vez fue un conquistador y siempre lo ha tenido fácil con las mujeres.
Esto ocurre en los primeros cinco minutos de la cinta. En los siguientes, la mujer de la ocurrencia, y la primera clienta, resulta ser la doctora Parker (Sharon Stone), un monumento a la resistencia de la belleza, preparada para el contrato individual, pero no todavía para el trío. A partir de ese triunfo, Murray procura más y más clientas, y el dinero regresa al hogar donde vive con una esposa negra y varios niños.
Fioravante, en cambio, vive solo y se dedica a los arreglos florales. Es un hombre un tanto apagado, melancólico, que resiente su soledad. Es decir, que está disponible para una relación amorosa, lo que comienza a ocurrir cuando Murray -equivocado una vez más- le lleva como clienta a Avigal (Vanessa Paradis), una viuda judía vigilada por la comunidad ortodoxa y pretendida por un policía del mismo grupo, Dovi (Liev Schreiber).
Es la parte no gigoló de Fioravante, la parte que más le puede interesar al director Turturro, que en su restringida carrera detrás de las cámaras se ha mostrado siempre más sentimental que chispeante, más emotivo que agudo, con un tema tan tristón como el de la cultura que se sigue sintiendo algo exiliada, aunque lleva varias generaciones nativas. El dato curioso es que en este caso la cultura protagónica no es la italiana, sino la judía, acaso un tributo a la presencia de Woody Allen.
Con todo, lo que parece dominar en esta película es un narcisismo difícil de equilibrar. Las solas ideas de que el cuasi sexagenario de Turturro se despliegue como un amante irresistible y que caigan bajo su seducción mujeres como Sharon Stone y Sofía Vergara, y que le declare su admiración Woody Allen, huelen como síntomas de un esfuerzo de legitimación personal y artística, antes que como un proyecto expresivo de algún interés menos egótico. Y ninguna de esas pretensiones guarda relación con su escasa inspiración visual, su rendición al sentimentalismo, su navegación a ras del agua.
Fading gigolo. Dirección: John Turturro. Con: John Turturro, Woody Allen, Vanessa Paradis, Sharon Stone, Sofía Vergara, Live Schreiber. 90 minutos.