La muerte es siempre una situación tremenda, porque deja un vacío y porque nos remite al hecho ineludible de la propia muerte.
Es un shock. Y los deudos que están en shock tienen que pasar por mucho trámite que distrae, confunde y agota. Pero tiene que haber un protocolo, cuestión que las clínicas privadas de Chile no tienen para los que mueren en sus edificios; sí para el cadáver, no para los deudos. Y nadie les informa ni los acompaña en la búsqueda del "difunto" por largos pasillos. Es una vergüenza que estos verdaderos hoteles de lujo tengan todas las comodidades, pero no entrenen a su personal para acompañar y dirigir a las familias de quienes mueren allí: somos huérfanos.
Después vienen las despedidas que debieran tener sentido, de lo que significó quien ha muerto y de quienes son los que quedan. Las ceremonias para despedir a los muertos son muy importantes. Tiene que haber un rito. Lo ha habido en todas las culturas y en todas las religiones. No vale la pena renegar de las tradiciones que han sido importantes para la humanidad.
Para quienes no son religiosos ni tienen una Iglesia que los acoja, despedir a sus muertos es difícil. Hay que inventar una forma que dé sentido. ¡Y hay poco tiempo y tanta, tanta pena! Por eso es preciso que las familias tengan pensada y conversada la forma en que cada uno quiera ser despedido, acorde a la cultura familiar.
Gracias a Dios, Chile es aún un país a quien la muerte conmueve; la gente va a los funerales y los entierros son siempre masivos y cariñosos, en todas las culturas y en todos los niveles sociales; la gente viaja al sur y al norte, pospone lo que sea para acompañar a los deudos y/o despedir al amigo. La muerte en Chile tiene aún un sentido casi sagrado. (Hay quienes dicen que esto es un signo de subdesarrollo, que los países desarrollados despiden a sus muertos habiendo aceptado que los entierros no son más que un trámite necesario). Pero también están los que quedan. Y para ellos no es un trámite, es una verdadera despedida.
Me encanta Chile y su cultura de acompañamiento frente a la muerte. Rogaría sí a los directorios de las clínicas que no olviden que estamos en Chile y que nos deben a los usuarios un protocolo que considere nuestra cultura. Y a las familias, renovar la tradición de despedir a nuestros muertos de la manera que más les haga sentido. Es un consuelo enorme... puede ser hasta una alegría.