Angelo Henríquez comete un error si de verdad quiere regresar a Chile a lo que él cree es recuperar el tiempo perdido. Incluso si su retorno a la U tuviera un carácter estratégico o incluso emocional, porque necesita continuidad en un equipo que le asegure titularidad y reencontrarse con los goles, Henríquez se equivoca.
Hace años que asumir el riesgo de dejar el país nativo sin haber terminado la fase de crecimiento no es algo tan descabellado. Con mayor razón, si las ofertas económicas son prácticamente irrenunciables y las presiones familiares e institucionales muchas veces son más poderosas que la propia ambición de los futbolistas.
El punto de inflexión se produce cuando se cruza el límite territorial con la convicción de que no hay marcha atrás. Para el jugador chileno el ticket debe ser obligatoriamente sin retorno, si es que anhela que las metas deportivas verdaderamente se alcancen. La vuelta solo debe emprenderse cuando el ciclo está completo, los objetivos logrados y la cuenta corriente lo suficientemente consolidada. Por definición, ninguno de estos requisitos los cumple una promesa, como hoy lo es Angelo Henríquez.
Era un hecho que su transferencia al Manchester United, que durante 2014 tiene que formalizar el total de la compra, fue una de las tantas apuestas anuales que hace un club millonario. Se sabía de antemano que su primera estadía no sería emotiva pero sí corta. Luego, el semestre que duró su opaco paso por el Wigan fue un indicador que el rendimiento no era el esperado, y el fichaje en el Zaragoza de la segunda división española ya supuso un cambio de hábitat que reflejó cierta renunciación a un ambiente -la Premier League- al que los chilenos siempre les cuesta. Ahora, el interés por volver a la U, aunque sea transitoriamente, es una poderosa señal de que el prospecto Henríquez puede comenzar a frustrarse porque las expectativas fueron mal conducidas y el apuro pésimamente controlado.
Henríquez, al igual que Nicolás Castillo, la dupla de proyectos jóvenes más prometedora para el recambio ofensivo de la selección, optaron por partir tempranamente a Europa para afianzar sus carreras. Ninguno de los dos lo ha hecho a cabalidad y es normal que así sea. Salvo los fenómenos, estabilizarse con éxito antes de cumplir la tercera temporada en el primer mundo es muy difícil. Tanto o más que enfrentar la frustración lejos de casa y sin el consuelo de los amigos y la familia. Pero si la premisa es revalorizarse y recobrar confianza, nada mejor que quedarse donde la exigencia sea tan alta que no deje espacio para pensar en una salida facilista que solo va a garantizar un retroceso.