Los cherokees, criticando a los europeos, decían que "cuando el hombre blanco descubrió esta tierra, los indios la gobernaban. No cobraban impuestos, no existían las deudas, y las mujeres hacían todo el trabajo pesado. El hombre blanco pensó que podía hacerlo mejor...". ¿Será verdad que, antes de Colón, había en América un mundo mejor?
Muchos fantasean con la idea rousseauniana del buen salvaje: "El hombre es naturalmente bueno y la sociedad lo corrompe". En la América precolombina se habría vivido en un edén, un paraíso bucólico. En perfecto estado de naturaleza, los vernáculos vivían en paz y amistad, y en total armonía con el medio ambiente.
La verdad es muy distinta. En Norteamérica los hombres extinguieron los mamuts, y los mayas desparecieron por su depredación del medio ambiente. Los aztecas eran más conocidos y temidos por sus sacrificios humanos que por sus pirámides. En el Caribe la antropofagia campeaba. Un poco más al sur, los incas no les iban en zaga en materia de crueldad y sometimiento del resto. Esos mismos incas no pasaron del Maule porque se encontraron con los mapuches. Estos eran guerreros seminómades y libertarios. Se organizaban en pequeñas tribus que estaban en estado de guerra permanente. Alonso de Ercilla describe esa belicosidad en verso: "Venus y amor aquí no alcanzan parte, solo domina el iracundo Marte".
De hecho, tal como los cherokees, tenían una sociedad "ideal": eran polígamos y el trabajo pesado lo hacían las mujeres. Que Venus tenía poco que hacer lo describe el cura Miguel de Olivares, cuando cuenta que un padre mapuche, para describir la madurez de su hijo, le dice: "Ya persigue mujeres y aporrea a su madre".
Nadie por estas latitudes parecía responder al ideal de hombres buenos y pacíficos que algunos quieren pintar, esos que creen en respetar todas las culturas menos la occidental. Desconfío de los estereotipos y detesto el racismo aunque se disfrace de protección y benevolencia. En los grandes números, los chilenos -mapuches incluidos- aspiramos a cosas parecidas. Educarnos, hacer familia, ser tratados con dignidad y respeto, y prosperar en libertad a lo largo de nuestras vidas. El modelo más exitoso para lograr esto, por razones que muchos autores explican bien (Acemoglu, Landes, Ferguson, Fukuyama etc.), ha sido el de las democracias capitalistas. Nunca en la historia de la humanidad alguna forma de gobierno y sociedad ha logrado los niveles de libertad, prosperidad, educación, expectativas de vida, paz e igualdad que las democracias capitalistas occidentales. El modelo de propiedad privada, libre iniciativa, gobierno sujeto a leyes y derechos individuales es un modelo cultural que Chile adoptó con éxito para sus habitantes y es el mismo al que los mapuches tienen derecho a aspirar. Ellos tienen derecho al mismo Código Civil y están sujetos al mismo Código Penal que el resto de nosotros.
Los mapuches son chilenos y deben ser tratados como tales. ¿Por qué tendrían más derechos territoriales que los bolivianos sobre Antofagasta o los peruanos sobre Arica? Fueron derrotados en guerras e integrados a la comunidad chilena. Los mapuches se mueven por los mismos incentivos que el resto. Si hoy la violencia no es castigada, sino que recompensada con tierras, seguirán el camino de la violencia.
A los mapuches hay que ayudarlos con capital y capacitación para que trabajen productivamente las tierras que ya tienen. Hay que mejorar su educación y dejar que elijan si quieren aprender mapudungun o inglés. Hay que reconocerles su libertad para combinar el respeto por sus costumbres ancestrales con los beneficios de la modernidad. ¡Si su cultura no es estática, ellos también tienen derecho a evolucionar!
El mensaje del Estado debe ser claro y unánime: en paz, toda la ayuda que necesiten para desarrollarse en la forma que libremente escojan; en guerra, tolerancia cero con la violencia. La ley debe respetar y reconocer que la naturaleza humana es la misma en Temuco que en Santiago.