Una empleada encuentra a su patrón muerto en su escritorio. Están en el exclusivo country club La Maravillosa y el muerto es el empresario Pedro Chazarreta. La noticia, con aroma de escándalo, llega a la redacción de El Tribuno, donde el director, Lorenzo Rinaldi (José Coronado), está desplazando a su veterano reportero policial Jaime Brena (Daniel Fanego) por el novato Mariano Saravia (Alberto Ammann). Dada la magnitud del caso, Rinaldi agrega a la cobertura a la escritora Nurit Iscar (Mercedes Morán), que está por dejar la literatura.
La escritora es la voz central de la película. No solo tuvo un antiguo amorío con Rinaldi, sino que también fue la musa secreta de Brena, que la bautizó "Betibú" en recuerdo de Betty Boop, esa pin-up girl de la animación de los años 30. "Betibú" viene de vuelta de las ilusiones, pero el crimen de Chazarreta la lleva de regreso al mundo que quiso explorar en sus novelas.
Ella es quien descubre que la clave reside en una foto desaparecida desde el escritorio de Chazarreta, una foto que comporta la ambigüedad de la imagen y que lleva las motivaciones del crimen hasta la juventud de un grupo de hombres prósperos. La escritora es también la que desentrañará el misterio con una mezcla de racionalidad e intuición.
Betibú sigue las normas del cine negro: asesinato, investigación de marginales (sin la policía, o contra ella), redes de intereses y un ambiente de corrupción política. Y es asimismo fiel al clima existencial del género: escepticismo, jazz, nocturnidad y un repertorio de fracasos personales.
En cierto modo, la clave de la película -no del crimen- está en sus citas: los afiches de El puente sobre el río Kwai (Oscar 1958), Sérpico (Globo de Oro 1974) y El baile (César 1984), el cómic Betty Boop, el cuento "Continuidad de los parques", de Julio Cortázar, y las evidentes referencias a la novela policial de mediados del siglo XX, aunque más cerca de la rudeza de Dashiell Hammett que de la agudeza de Raymond Chandler. En suma: notas conocidas, culturosas, arquetípicas y ganadoras.
Sería necesario estudiar por qué a los argentinos les seducen estas historias policiales, un gusto que encumbra a Betibú, como a El secreto de sus ojos o Tesis sobre un homicidio, a los récords históricos de su taquilla.
El caso es que Betibú también comparte las limitaciones de esas películas: la evidencia del artefacto, del paquete armado con ingredientes, dosis y tiempos premeditados, donde todo está decidido mucho antes de que comience la proyección y los personajes, como el espectador, carecen de la más mínima libertad, porque están sometidos a una mecánica del cálculo.
El cineasta Miguel Cohan construye momentos de indiscutible excelencia fílmica (sobre todo en la segunda mitad), pero, en el conjunto, su exitosa Betibú luce como un aparato disecado: tan vivo como una pasa.
Betibú. Dirección: Miguel Cohan. Con: Mercedes Morán, Daniel Fanego, Alberto Ammann, José Coronado, Norman Briski. 100 minutos.