Señor Director:
El ex Presidente Sebastián Piñera pregunta:
¿En qué país queremos vivir? Descontado que la respuesta no es difícil -el país quiere vivir en uno distinto a aquel que él mismo impulsó-, lo que cabe preguntarse es qué mueve al ex Presidente a tejer argumentos vagos e inconsistentes.
Por ejemplo, arguye que el gobierno de Bachelet prioriza la igualdad de resultados por sobre la de oportunidades. ¿De dónde saca eso? La reforma educacional -con todos sus tropiezos discursivos, que los tiene- persigue independizar los resultados educacionales desde la cuna. Obviamente -en contra de lo que dice el ex Presidente-, eso apunta a igualar las oportunidades para que los resultados desiguales alguna vez sean legítimos. ¿Por qué eso equivaldría a una igualdad de resultados?
Sostiene, además, que las reformas gubernamentales lesionan la libertad. ¿Por qué? Al revés: igualar las condiciones materiales de quienes deciden -sobre esto la literatura sobra- fortalece, y no desmedra, la posibilidad de escoger. Es pueril pretender que una familia pobre tiene la misma libertad que una rica. Pero en esa puerilidad incurre -de manera increíble- el ex Presidente. Sugiere, además, que el fortalecimiento de la sindicalización sería erróneo. ¿Por qué? Como los trabajadores tienen muchos costos de transacción para asociarse, es mejor imponerla. Es difícil entender por qué disminuir esos costos -algo en lo que la economía neoclásica estaría de acuerdo- sería erróneo.
Quizás el ex Presidente deba resignarse a que el país que él intentó dibujar -una manera gentil de aludir a las escasas ideas que él manifestó mientras estaba en La Moneda- fue, justamente, el que la ciudadanía rechazó apenas hace unos meses.
Carlos Peña