Castello di Ama es un borgo , o caserío, medieval, en la cumbre de uno de esos cerros rocosos, pero verdes, que hay en Chianti, en la Toscana. Lo ocupa una viña del mismo nombre, y desde allí se ven los valles circundantes, con sus viñedos y olivares, y sus milenarios bosques silvestres.
La viña produce vinos finos, pero al visitarla, descubrimos que eso no les basta a sus dueños Lorenza y Marco, quienes, con suma elegancia, han intervenido el paisaje y los edificios con notables instalaciones de arte contemporáneo. Por ejemplo hay un sector en que la vista es interrumpida por un largo espejo rectangular, instalado por el artista francés Daniel Buren. Cada cuantos metros hay cortes cuadrados en el espejo, y el valle reaparece, más bello que nunca, en lo que parece una secuencia de marcos. Enseguida, en la capilla, creemos ver un pozo circular de agua roja. Pero al meter la mano descubrimos que es de pura luz: una hostia de luz roja, hecha por Anish Kapoor. Más adelante, en una bodega, hay una fisura en la roca, y escondida adentro, una mujer desnuda, con una cabeza en forma de flor. Hecha de mármol rosado, la mujer es de Louise Bourgeois. Podría seguir: hay grandes obras de Ilya Kabakov, Michelangelo Pistoletto, Nedko Solakov, Chen Zhen, Kendell Geer, Cristina Iglesias, Giulio Paolini, Pascale Marthine Tayou y Carlos Garaicoa, todas en el lugar preciso, y concebidas para ese lugar y ningún otro.
Lorenza y Marco han trabajado en esta visionaria hazaña con Galleria Continua, cuya sede está en el cercano pueblo de San Gimignano. Construido en los siglos XII y XIII, y famoso por sus catorce torres medievales, San Gimignano esconde entre sus calles angostas los numerosos espacios que la galería dedica al arte del siglo XXI. El día que fuimos, había una procesión en homenaje a Santa Fina. En atuendos medievales, a pie y a caballo, los fieles cantaban su adhesión a esta joven virgen santa, cuya muerte en 1254 provocó en el pueblo una larga lluvia de flores.
No hay país que conserve sus monumentos y sus tradiciones mejor que Italia. Pero los italianos les van dando también estos estimulantes toques contemporáneos, producto de estar ellos a la vanguardia del arte, del diseño y de la tecnología. Incluso logran que la tecnología contribuya a conservar y rescatar lo antiguo. En Florencia, visitamos el Opificio delle Pietre Dure , un centro en que restauran obras maestras con tecnologías de última generación. Obras como la Cruz del Giotto, de hacia 1315, que ahora se puede ver en todo su resucitado esplendor en la iglesia Ognisanti de la ciudad. O como la Adoración de los Magos de Leonardo, en que el Opificio trabaja actualmente. Fue conmovedor ver a sus técnicos devolviéndole colores desaparecidos al cuadro inconcluso, que se creía enteramente monocromático. Más aun ver cómo Leonardo, maestro del arte figurativo, tenía como vecino a un maestro del arte abstracto, porque justo al lado, otros técnicos del Opificio restauraban "Alquimia", un cuadro que Jackson Pollock pintó en 1947 y que es de la colección Peggy Guggenheim de Venecia.
No hay ciudad como Venecia para conjugar lo antiguo con lo nuevo, desde ya por sus Bienales. Este año, está la de Arquitectura. Rem Koolhaas, su curador, ha puesto como tema justamente el juego entre lo antiguo y lo moderno. Producto de la Bienal, en que Chile se llevó un glorioso León de Plata, Venecia entera está intervenida con obras contemporáneas. Como la de Heinz Mack, quien en la isla de San Giorgio, frente a la iglesia de Palladio, ha instalado nueve inmensas columnas. Recubiertas de mosaicos dorados, su brillo irradia por toda la laguna. Así Venecia avanza por el siglo XXI, sin nunca menoscabar lo antiguo.