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Viernes 20 de junio de 2014
"La danza de la realidad": El artista errante
"Un viejo de campo, don Aquiles (Andrés Cox), deja sus pobres pertenencias al protagonista Jaime (Brontis Jodorowsky), violento, irascible y siempre al borde de la crisis existencial, sicológica e ideológica. El legado de don Aquiles es el de Ruiz y quizás el de Alejandro Jodorowsky..."
Existe una secuencia en "La danza de la realidad" donde se cuela la imaginación chilena, folklórica, cambiante, oral y tan auténtica como el cine de Raúl Ruiz.
Un viejo de campo, don Aquiles (Andrés Cox), deja sus pobres pertenencias al protagonista Jaime (Brontis Jodorowsky), violento, irascible y siempre al borde de la crisis existencial, sicológica e ideológica.
El legado de don Aquiles es el de Ruiz y quizás el de Alejandro Jodorowsky.
El hombre de campo deja como herencia poncho, sombrero, pilchas y trabajo, luego desciende a una tumba abierta y espera en paz lo que viene: paladas, tierra y olvido.
Las diferencias entre ambos directores son notorias.
Jodorowsky, antes que chileno, fue artista: director de cine, mago, autor de libros y cómics, mimo, dramaturgo, actor, tarotista.
Un artista que busca desesperadamente un arte con el cual transfigurar o interpretar al mundo que además es un circo de varias pistas, y un Jodorowsky no basta y se necesita su sangre, hijos y descendencia.
Ruiz, antes que artista, fue chileno: algo incomprensible, absurdo, paradojal, misterioso y sin molde que existe al otro lado del espejo o en "La noche de enfrente" (2012), su película póstuma.
"La danza de la realidad" de Alejandro Jodorowsky es valiente, honrada y testamentaria, porque un señor de 85 años extiende sus brazos, le habla a la cámara y filma la ofrenda: aquí está su vida, obras y motivos.
Es una biografía que parte en la Tocopilla de 1929, cuando la crisis económica azota Estados Unidos y en Europa se fragua otra guerra mundial.
El niño Alejandro (Jeremías Herskovits) sufre las durezas de su padre Jaime, dueño de la tienda Ukrania, y también estalinista, machista y bruto.
Su madre Sara (Pamela Flores) no habla, canta ópera y es una masa desnuda y opulenta que lo rodea y protege.
Es un Chile de pobreza, clandestinidad y bomberos heroicos, donde flamean los dictadores y los totalitarismos del siglo XX.
Son dos los protagonistas. El niño que sufre su condición de judío, pero los vientos de la época lo empujan a él, y más a su padre, a otra condición: la del judío errante.
Esta es la historia de un hombre, Alejandro Jodorowsky, y la de un artista que no está pegado a ningún arte, y por eso la película reparte los arcanos mayores que siempre han estado en su cine: los desnudos y lo genital, mucho antes que lo sexual; el misterio y luz de la paternidad o bien los fervores colectivos, alucinantes y místicos.
Es el origen, las creencias y al menos buscar un destino, con esos comodines de mutilados, enanos y santones iluminados.
Es un espectáculo con el espíritu del circo -la fantasía y la danza- y la letra de una biografía surrealista.
Pero es, sobre todo, un ofertorio: aquí está su cine y su manera de ver el mundo, su condición de artista y el poncho, sombrero, pilchas y prendas.
Lo póstumo no existe, Jodorowsky vive y esto es lo que queda de un hombre: memoria, cariño y sueños.
Francia-México-Chile, 2013. Director: Alejandro Jodorowsky. Con: Brontis Jodorowsky, Pamela Flores, Jeremías Herskovits. 130 minutos. Mayores de 18 años.
Un viejo de campo, don Aquiles (Andrés Cox), deja sus pobres pertenencias al protagonista Jaime (Brontis Jodorowsky), violento, irascible y siempre al borde de la crisis existencial, sicológica e ideológica.
El legado de don Aquiles es el de Ruiz y quizás el de Alejandro Jodorowsky.
El hombre de campo deja como herencia poncho, sombrero, pilchas y trabajo, luego desciende a una tumba abierta y espera en paz lo que viene: paladas, tierra y olvido.
Las diferencias entre ambos directores son notorias.
Jodorowsky, antes que chileno, fue artista: director de cine, mago, autor de libros y cómics, mimo, dramaturgo, actor, tarotista.
Un artista que busca desesperadamente un arte con el cual transfigurar o interpretar al mundo que además es un circo de varias pistas, y un Jodorowsky no basta y se necesita su sangre, hijos y descendencia.
Ruiz, antes que artista, fue chileno: algo incomprensible, absurdo, paradojal, misterioso y sin molde que existe al otro lado del espejo o en "La noche de enfrente" (2012), su película póstuma.
"La danza de la realidad" de Alejandro Jodorowsky es valiente, honrada y testamentaria, porque un señor de 85 años extiende sus brazos, le habla a la cámara y filma la ofrenda: aquí está su vida, obras y motivos.
Es una biografía que parte en la Tocopilla de 1929, cuando la crisis económica azota Estados Unidos y en Europa se fragua otra guerra mundial.
El niño Alejandro (Jeremías Herskovits) sufre las durezas de su padre Jaime, dueño de la tienda Ukrania, y también estalinista, machista y bruto.
Su madre Sara (Pamela Flores) no habla, canta ópera y es una masa desnuda y opulenta que lo rodea y protege.
Es un Chile de pobreza, clandestinidad y bomberos heroicos, donde flamean los dictadores y los totalitarismos del siglo XX.
Son dos los protagonistas. El niño que sufre su condición de judío, pero los vientos de la época lo empujan a él, y más a su padre, a otra condición: la del judío errante.
Esta es la historia de un hombre, Alejandro Jodorowsky, y la de un artista que no está pegado a ningún arte, y por eso la película reparte los arcanos mayores que siempre han estado en su cine: los desnudos y lo genital, mucho antes que lo sexual; el misterio y luz de la paternidad o bien los fervores colectivos, alucinantes y místicos.
Es el origen, las creencias y al menos buscar un destino, con esos comodines de mutilados, enanos y santones iluminados.
Es un espectáculo con el espíritu del circo -la fantasía y la danza- y la letra de una biografía surrealista.
Pero es, sobre todo, un ofertorio: aquí está su cine y su manera de ver el mundo, su condición de artista y el poncho, sombrero, pilchas y prendas.
Lo póstumo no existe, Jodorowsky vive y esto es lo que queda de un hombre: memoria, cariño y sueños.
Francia-México-Chile, 2013. Director: Alejandro Jodorowsky. Con: Brontis Jodorowsky, Pamela Flores, Jeremías Herskovits. 130 minutos. Mayores de 18 años.