Señor Director:

El ministro de Educación, durante un programa en TVN, al explicar por qué era necesario acabar con el copago -aunque esto signifique la desaparición de un sinnúmero de colegios subvencionados-, ejemplificó: "Lo que tenemos actualmente es una cancha enlozada. Un corredor va corriendo con patines de alta velocidad y el otro va descalzo. El descalzo es el de la educación pública. Entonces, me dicen: ¿por qué no lo entrenas más, por qué no le das mejor comida al que va descalzo? Bueno, porque primero tengo que bajar al otro de los patines".

Hay que agradecer la sinceridad del ministro. No es frecuente oír la verdad de manera tan desnuda. Nicolás Eyzaguirre ha confirmado lo que muchos sospechábamos, que la reforma educacional es un gran envión ideológico, en la que el objetivo primordial no son ni la calidad de la educación ni la promoción profesional del profesorado, sino que la igualación de las personas. Y que tal como nos lo expresa el ministro, es hacia abajo, única forma por lo demás.

En un proceso de igualación, nada ni nadie pueden sobresalir. Así se entiende por qué el Gobierno está empeñado en acabar con el liderazgo del Instituto Nacional. Ya no se trata solo de nivelar la cancha para que los más pobres y desposeídos puedan tener igualdad de oportunidades; más allá de esto, se busca que los partidos terminen empatados, el asunto es que no haya ganadores. La autoridad quiere manejar los resultados, porque para ella, lo justo es la uniformidad.

El resultado de este experimento, en ya tantos países, es más que conocido, es la mediocridad, el ahogo de la creatividad y la pérdida de espacios de libertad. Por favor, no de nuevo, no en Chile.

Antonio Recabarren M.