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Cartas
Miércoles 11 de junio de 2014
Persona, aborto y derecho a la vida
La Presidenta Bachelet ha declarado su intención de enviar al Congreso o patrocinar un proyecto de ley que despenalizaría en ciertos casos el aborto, esto es, el acto por el cual se da muerte al hijo que una madre lleva en su vientre. Lamentamos profundamente tal declaración, pues el aborto constituye un atentado flagrante contra el derecho a la vida, el más básico de los derechos humanos y del cual todas las personas somos titulares por el único y exclusivo hecho de ser tales.
Actualmente, la biología demuestra que en el momento mismo de la concepción comienza un proceso indivisible de vida específicamente humana que no termina sino con la muerte; por consiguiente, desde entonces existe un individuo de la especie humana distinto a su madre, es decir, una persona, titular del derecho a la vida. El hecho de que el hijo esté todavía en el vientre materno no le quita su carácter de sujeto de derechos, pues como dice el artículo 55 del Código Civil, "son personas todos los individuos de la especie humana, cualquiera sea su edad, sexo, estirpe o condición", definición que deriva de la esencia misma del concepto de persona.
A lo largo de la historia, distintos regímenes promulgaron leyes o aplicaron políticas que negaron el carácter de persona a determinados grupos de seres humanos. Así, por medio de normas dictadas o mantenidas conforme a la legalidad positiva vigente, y a veces por mayoría, muchos países negaron los derechos humanos a las personas de color mediante la esclavitud y la discriminación racial (esta última, vigente hasta hace pocas décadas en Estados Unidos). Así también, la Alemania nazi exterminó a millones de judíos en campos de concentración. A grandes políticos como Abraham Lincoln, Winston Churchill y Martin Luther King corresponde la gloria de haber combatido con valentía esas leyes o políticas inhumanas y haber vencido la tiranía a que algunos estaban sometidos de forma tan abusiva: por eso precisamente pasaron a la historia.
Teniendo presente todo lo anterior, parece inconcebible que ahora algunos vuelvan a negar el carácter de persona a determinados seres humanos y se consideren dueños de la vida del hijo que está por nacer, promoviendo una ley que autorizará matar impunemente a miles y miles de seres humanos.
Los casos en que el proyecto en cuestión pretendería despenalizar el aborto serían aquel en que la vida del hijo pone en riesgo vital a la madre ("aborto terapéutico"), inviabilidad fetal y violación. En cuanto al primero, debe señalarse que, conforme a nuestras leyes, la madre cuya vida corre peligro puede someterse al tratamiento médico que sea necesario para sanar su enfermedad, incluso si como consecuencia secundaria y no deseada muere su hijo; por tanto, no hace falta legislar sobre la materia. Respecto del caso de inviabilidad fetal, es entendible el gran dolor que siente la madre, pero eso no justifica matar al hijo: también los padres de un hijo nacido que padece una enfermedad terminal sufren enormemente, pero no por eso pueden matarlo. Y en el caso de violación, quien merece el castigo es el violador, no el hijo concebido producto de aquella: nuevamente, el dolor de la madre no puede llevar a matar al hijo.
Estos casos constituyen situaciones dramáticas en las cuales la madre requiere toda la ayuda médica, psicológica y económica del Estado y la sociedad para completar su embarazo, facilitando distintos medios disponibles al efecto. Pero la ayuda no puede consistir en dar muerte al hijo que esa madre lleva en su vientre, pues este es una persona, titular del derecho a la vida, y nada ha hecho para merecer que su cuerpo y su vida sean destruidas impunemente. En realidad, nadie, ni siquiera la madre, está autorizado para decidir o realizar un aborto, pues su efecto definitivo no reside en el cuerpo, la vida ni la autonomía de la madre, sino en su hijo, que es un tercero distinto a ella y cuyos derechos humanos deben ser respetados, particularmente considerando que el derecho a la vida debe primar por sobre todos los demás.
Nuestro país se enorgullece de ser "el asilo contra la opresión", y de haber abolido la esclavitud antes que la mayoría de los países más poderosos. Ahora tenemos la posibilidad de proseguir esa tradición y defender el derecho a la vida de todas las personas mediante una férrea oposición al aborto, aunque este haya sido legalizado injustamente en otros países más poderosos que Chile, tal como en su tiempo lo fueron la esclavitud y la discriminación racial.
Alejandra Ovalle
Gabriel Bocksang
Carmen Elena Domínguez
Jorge Ugarte
Carolina Salinas
José Joaquín Ugarte
Josefina Soto
Álvaro Ferrer
Mauricio Halpern
Ricardo Irarrázabal
Ximena Marcazzolo
Sebastián Soto
Luciano Cruz
Andrés Sochting
Constanza Hube
Jaime Del Valle
Felipe Zaldívar
Alberto Vergara
Joaquín Reyes
Claudio Alvarado
Felipe Widow
Ricardo Riesco
Rodrigo Bordachar
Guillermo Pizarro
Carlos Casanova
Álvaro Paúl
Fernando Arab
Gonzalo Candia
Jaime De Larraechea
Esteban Fresno
Máximo Pavez
Jorge Sahd
Kristoffer Verbeken
Mario Correa
José Luis Lara
Fernando Eyzaguirre
Gonzalo Guerrero
Lohengrin Cortés
Quienes suscriben esta carta son profesores de Derecho sub-40 de la Universidad Católica