Tres tiritones
Dos estadounidenses aterrizan en Santiago, la conexión se demora y tienen tiempo para visitar una viña en las cercanías.
La mujer, Kathy (Alisha Seaton), anda llorosa por un asunto de maternidad fallida, pero su verdadera tragedia debería ser el carácter de su esposo Mark (Mark Weiler): un cretino ignorantón, inoportuno y majadero.
La pareja aparece en el prólogo y epílogo de "Tierra de sangre", cuya columna vertebral es la historia de una viña y de la cepa carmenere que de Francia llegó a Chile a mediados del siglo XIX.
Mark y Kathy, que están en primera fila, son el tipo de público al que está dirigida la película: devotos de América Latina en su obra gruesa, lugares comunes y estereotipos.
La película desprende los fluidos latinos del tour breve, agotador y enjundioso que le lleva de todo. Con desorden, sin jerarquía y al por mayor: religión y exorcismo, sensualidad en vinos y comidas, superstición y leyenda, fotografía preciosista que anda en busca del realismo mágico y un relato de amor, hijos y linaje con las esencias de la teleserie latinoamericana vespertina.
"Tierra de sangre" no resiste una edición crítica en su estructura narrativa y personajes, y un enfoque de esta naturaleza sería una invitación al martirio.
Lo que tiene es un toque naif, tan ingenuo como primitivo, y eso le otorga el perfil de la rareza y la extravagancia, porque es un cine latinoamericano que se hace bizarro, incluso a su pesar y más allá de su voluntad, por ese afán de imitar planos y secuencias de otro cine y de otros mundos.
La única actuación en serio es la de Ethien (Aurélien Wiik), un francés espeso y sudoroso, que desparrama algunos impulsos adultos sobre la trama: lascivia, maldad o venganza.
Hay detalles periféricos delirantes, por ejemplo el trabajo capilar de raíz francesa en el mencionado Ethien y su hermano Louis. Más que peinados, son verdaderas instalaciones artísticas.
La preocupación por el vestuario y utilería es evidente y la iluminación indirecta y las luces de velas, remarcan los cuidados en una producción histórica. El esfuerzo, eso sí, se circunscribe a las clases altas, porque la visión del campesinado chileno de mitad del siglo XIX es ahistórica: peones limpios e impecables, con corte de pelo a la tijera, chupallas cónicas y sandalias en vez de ojotas.
"Tierra de sangre" es una copia infeliz de los modos y manuales de Hollywood, pero también es cine tercermundista y aspiracional con el encanto del despropósito, el delirio y el engendro.
Una película y sus efluvios son capaces de hechizar al director, que no sabe lo que está haciendo y ni siquiera lo sabe cuando está terminada y se estrena. Al comienzo todo está oculto por las trompetas del nacimiento y el cariño, el bombo del marketing, el agua bendita de algún festival y los hurras del equipo.
Solo con el pasar del tiempo se rompe el hechizo y así descubre el creador la verdadera naturaleza de su criatura.
Es la magia negra del cine.
Chile- EE.UU. -México, 2013. Director: James Katz. Con: Aislinn Derbez, José María de Tavira, Aurélien Wiik. 104 minutos.