Esta película comienza con las imágenes de una familia básica -padre, madre, hija- tomándose fotos sonrientes en el jardín de la casa. Es una escena rara, que uno no espera ver de nuevo, y que parece describir el estado de felicidad de un núcleo familiar. Pero cuando las mismas imágenes aparecen por segunda vez, de manera inesperada, su sentido cambia completamente y hace que toda la estructura del relato quede encerrada por ellas, como si todo lo que ocurre entremedio fuese la explicación de ese único momento. Es lo que la narratología llama "intriga de predestinación".
Las personas de las fotos son Keith Reynolds, el padre (Guy Pearce), profesor de música en un colegio de secundaria, que aspira a dejar ese trabajo si gana un cupo como cellista en la Sinfónica de Nueva York; Megan, la madre (Amy Ryan), una dueña de casa perfectamente satisfecha con su hogar en los suburbios; y Lauren, la hija (Mackenzie Davis), que estudia en la secundaria y ha perdido la virginidad con un compañero.
La película los encuentra cuando reciben a Sophie (Felicity Jones), una estudiante inglesa de 18 años que viene a pasar un semestre de intercambio en el hogar de los Reynolds. En principio, todo funciona como es de esperar. Lauren comparte su cuarto con Sophie y la introduce en el colegio, Megan se preocupa de que se sienta en casa y Keith prosigue con sus ensayos.
Pero dos fuerzas subterráneas empiezan a emerger desde los primeros minutos. A sus cuarenta y tantos, Keith añora su juventud, la ciudad cosmopolita y la libertad que perdió al constituir una familia; también está algo aburrido con 17 años de matrimonio. Sophie es pianista, ama la música, tiene una belleza virginal y, sobre todo, es joven. De la confluencia entre ambas pulsiones solo puede nacer una tragedia.
Es lo que registra Pasión inocente: la lenta erupción del deseo mientras alrededor se desmoronan, también lentamente, el orden establecido y las certezas de la familia.
El cineasta californiano (y suburbano) Drake Doremus filmó esta película cuando cumplía 30 años. Para entonces ya tenía una atractiva filmografía de cuatro largometrajes, todos centrados en ciertas excentricidades del mundo suburbano.
En Pasión inocenteno filma una excentricidad, sino el viejo tópico del intruso que viene a sacudir un mundo familiar. Su cámara inestable y a menudo furtiva comunica el sentimiento de un orden que flaquea desde que entra en él un cuerpo extraño. Es un orden frágil, que se sostiene en las frustraciones de sus protagonistas, y lo que Pasión inocentese pregunta, de una manera más insidiosa y astuta que inteligente (siempre está la invocación adolescente para hacer lo que uno realmente quiere), es si no es ese el orden de lo que llamamos felicidad en estos días. El tembloroso mundo de esta película, con una última secuencia en silencio que es un modelo de contención, tiene una sola respuesta: la tragedia.
Breathe in. Dirección: Drake Doremus. Con: Guy Pearce, Amy Ryan, Mackenzie Davis, Felicity Jones, Matthew Daddario. 98 minutos.