En esta película con cada secuencia se está partiendo de nuevo. No se acumula la intriga ni la tensión ni el relato, los personajes y sus relaciones no ganan en complejidad y siempre es el mismo punto de partida: el inicial.
Lo nítido es el comienzo, en otras palabras, lo evidente en "El mago" es la presentación: las ganas de filmar una película.
Así como hay gente con deseos de escribir, pintar, tirarse en parapente, cambiar de auto o ir al Mundial de Brasil, aquí lo que se descubre son los deseos de hacer una película y después de eso viene la realidad dura y muchas veces cruel.
Una cosa son los ímpetus y propósitos del director, pero otra cosa distinta es la obra y el resultado, y luego las exigencias de contar una historia con imágenes.
Siempre se puede filmar un atardecer con el mar como horizonte, tirar una pareja al agua y emplear la toma submarina, un poco de desnudos y ráfagas de violencia, pero lo difícil es convertir lo filmado en algo orgánico y coherente.
La dificultad y la poca pericia para narrar la historia de "El mago" implica que todo es interrumpido, discontinuo, balbuceante, inmotivado y entrecortado.
Un adjetivo podría ser de ejercicio "amateur", aunque hay imágenes de directores debutantes donde hay torpezas, pero se palpa el riesgo, la provocación y ningún sentido del cálculo. No es el caso.
El Negro Santa Cruz, interpretado por un Víctor Montero sobreactuado al máximo, repite una y otra vez su discurso y señas: es matón, criminal y un hombre malo que se fascina con los chuchillos y machetes. Así parte y así termina.
Horacio Torreblanca (Jean Paul Olhaberry) quiere trabajar de mago en el circo de los Santa Cruz, que se instala en un olvidado pueblo del norte. Piensa como mago, realiza trucos de mago y tiene vocación de mago; o sea, es un mago. Eso sería todo.
Lo más destacado del hermano del mago (Alonso Quintero) es que se mueve y respira.
El personaje femenino se llama Carola (Ingrid Issense) y su número erótico "La mujer en llamas" no se compara con el striptease en blanco y negro de "Morir un poco" (1968). Carola es de pocas palabras y de menos pensamientos.
En una secuencia, el Negro Santa Cruz reta a Horacio y su hermano. Los lleva en camioneta al desierto, les pide que se bajen y luego arremete contra el par a toda máquina. Los va a atropellar. El mago sigue estático y su hermano chico hace lo único que sabe: salta y se mueve. Cuando está a punto de arrasarlo, desaparece la camioneta y nadie termina herido. Resulta que el Negro Santa Cruz también es mago.
La primera conclusión es que no es fácil y no basta con la buena voluntad o con taparse un ojo y filmar una película, de piratas o no.
La segunda es que el cine chileno fue invadido por el emprendimiento y eso explica la sobreabundancia y el cambio de filtros: hay más emprendedores que directores.
Chile, 2013. Director: Matías Pinochet. Con: Jean Paul Olhaberry, Víctor Montero, Alonso Quintero. 83 minutos.