El niño Milo es testigo de la destrucción de su aldea y de la muerte de sus padres, y en su mente y corazón se incuba la venganza.
Esto ocurre durante una tarde noche en el año 62 d.C., cuando un pueblito celta es arrasado por los romanos y el senador a cargo de la matanza es Corvus, un Kiefer Sutherland que en sus memorias, si alguna vez las escribe, probablemente pondrá a este personaje y a esta película entre la lista de las cosas que nunca debió hacer.
El director Paul W. S. Anderson encontró a la virgen en un trapito con "Resident evil" (2002), donde su mujer Milla Jovovich fue la heroína en el combate contra unos monstruos que siguen de moda: zombies y hordas de zombies.
Es decir, según el molde de un videojuego y escondido en una película con pinta de poca cosa, apareció una fortuna que se convirtió en una cascada de películas.
No dirigió la segunda y tercera parte, pero sí la cuarta, también la quinta que se tituló "Resident evil: la venganza" (2012) y el próximo año estrena el capítulo sexto.
Esta saga es su mejor carta de presentación para la industria, aunque también ha incursionado en otros géneros.
Con "Alien versus Depredador" (2004) logró algo que no es tan fácil: desmontar y vulgarizar dos mitologías alienígenas al mismo tiempo.
Y su versión de "Los tres mosqueteros" (2011) ni siquiera da para el lugar común de un Alejandro Dumas revolviéndose en su tumba, porque el escritor murió en 1870 y solo quedan los huesitos.
El año de "Pompeya" es todavía más remoto: el 79 d.C., con un Milo adulto, tonificado e interpretado por Kit Harington, famoso por su papel de Jon Snow en la serie de televisión "Juego de Tronos".
Lo distinto entre un personaje y otro no es el histrionismo ni la profundidad emocional, sino los músculos. En la película son muchos más, porque Milo va por la vida de gladiador silencioso, reconcentrado y asesino.
Pero como también tiene corazón se enamora de una joven rica y noble, Cassia (Emily Browning), cuya familia y ciudad, pero también ella misma, por cierto, sufren el terrible acoso de un ambicioso y cruel senador romano recién llegado: Corvus, naturalmente.
Siempre se podrá decir que lo único rescatable de una película como "Pompeya" es la larga y espectacular erupción del Vesubio y la destrucción digital y computacional, que es donde se gastó la mayoría del presupuesto, con terremotos y hundimientos, volutas de fuego y lluvia de piedras, maremotos y destrucción de galeras, avalancha de cenizas, pánico colectivo y Apocalipsis ahora.
Pero los efectos visuales y su abundancia, más bien funcionan como vieja metáfora y no son más que voladores de luces. Un camuflaje, puro humo y trucos que tampoco logran disimular la verdadera naturaleza de "Pompeya" o "Pompeii", que en latín es más o menos así: pellicula malum.
"Pompeii". EE.UU., 2014. Director: Paul S. Anderson. Con: Kit Harington, Emilñy Browning, Kiefer Sutherland. 105 minutos. T.E.