Tía Waverly está espantada. Ya ni siquiera come. Y es que informa la prensa que las cosas en Siria no solo van de mal en peor, sino que ya se rebasaron las fronteras de lo humano. Allí es "¡El horror! ¡El horror!", como en "El corazón de las tinieblas", de Conrad.

La persecución contra los cristianos se desbordó. Ya no hay límites, ya no hay frenos. Los yihadistas crucificaron a dos jóvenes cristianos por no aceptar el islam, en una suerte de escarnio que en verdad no resulta difícil de entender, sino que es imposible hacerlo. La ciudad de Maaloula es el epicentro de estos desastres. Copio de la prensa en web: "Testimonios revelan la crueldad extrema de los terroristas con los cristianos: 'En cuanto entraron en la ciudad, comenzaron a matar a hombres, mujeres y niños; y después de la masacre, se llevaron las cabezas y jugaron al fútbol con ellas', cuenta la hermana Raghida". Como si lo anterior fuera poco, asesinaron a unas mujeres embarazadas, abrieron sus vientres, sacaron de allí a sus hijos y los colgaron de sus cordones umbilicales en unos árboles...

"Ni los animales hacen eso", ruge tía Waverly. "¡Qué espanto, qué espanto!", agrega. Yo estoy enmudecido; solo he sido capaz de escribir esta columna.

¡Pido humildemente, desde el finis terrae, a quien tenga oídos para oír y voz para hablar, que se detenga esta masacre que nos avergüenza como especie!

El odio irracional es un delito atroz, cuyo hedor llega hasta el cielo.

B. B COOPER