Muchos años antes de que a los norteamericanos siquiera se les ocurriera hablar de Nuevo Periodismo, un joven veinteañero, estudiante de segundo de Derecho, habría de caer, por esas casualidades que se convierten en destino, en la redacción de El Universal de Cartagena. En la primera entrega de su columna, que se llamó "Punto y aparte", observaba: "Los habitantes de la ciudad nos habíamos acostumbrado a la garganta metálica que anunciaba el toque de queda". Era mayo de 1948, y Gabriel García Márquez se refería al reloj de la Boca del Puente que había notificado a los cartageneros de la restricción que rigió el país después del "Bogotazo" de abril de ese año, cuando los colombianos habían salido a protestar por el asesinato del líder de la oposición, el liberal Jorge Eliécer Gaitán.
La prosa limpia, libre del mal gusto de entrecomillar sus originales metáforas, es un ejemplo de cómo su talento podía poner en letras lo que parecía condenado al suspiro encogido de hombros que capitula ante lo inefable.
García Márquez sabía que el periodismo no consiste solo en citar descomprometidamente discursos ajenos, sino en relatar, con las herramientas que nos da nuestro común lenguaje, lo que ocurre, lo que percibimos, pero sobre todo la relevancia de lo que no notamos.
Es por eso que, de toda su enorme obra periodística, no hay ni una sola entrevista firmada por Gabriel García Márquez. Ni una sola. Incluso cuando su narración se centraba en un único testimonio -el de Luis Alejandro Velasco en "Relato de un náufrago" o el de Miguel Littín en "La aventura de Miguel Littín clandestino en Chile"-, García Márquez no renunció a su pericia narrativa para dar cuenta de una esencia que pone a su periodismo a la altura de la mejor literatura. Los norteamericanos, con Tom Wolfe como su testaferro, descubrirían esa alquimia décadas después.
No el caso particular sin contexto que ablanda la reflexión. No las citas de los poderosos que quieren confirmar el orden de cosas. El periodista García Márquez nos mostró que la literatura -la de ficción y la de no ficción- es un modo de conocer el mundo, y que eso no hay que apenas citarlo, sino que entenderlo y, espléndidamente, narrarlo.
Gonzalo Saavedra
Director Escuela de Periodismo UC