Hay un restaurante en calle Cumming que se ha ganado su nombre por razones extraculinarias: el Ocean Pacific's. Se trata de un sitio donde abunda la parafernalia marina, con recuerdos del rubro, antigüedades, pescados en taxidermia, anclas, banderines, uniformes y un largo etcétera que no deja espacio por cubrir. Es una estética del exceso que, por su larga vida, hay que suponer que resulta grata para algunos comensales. Tanto así que se ha abierto una filial en Vitacura.
En el local donde antes estuvo el chef Tomás Olivera, en calle Padre Hurtado, se replica ahora el mismo antiminimalismo marino de Santiago Poniente. Y la carta, impresa en full color con fotos de los platos, invita a sumergirse en los productos del mar.
La primera inmersión es un jardín de mariscos a $21.800. Dos machas y un ostión a la parmesana, cuatro ostras pequeñísimas, un minichupe de jaiba, carne de centolla y unos cuantos cebiches de sabor uniforme y factura demasiado previa.
Luego, una versión grande del mismo chupe ($7.650), al que le faltaba igualmente queso. Y cebolla.
Mejor estuvo un mero criollo ($12.800), sin recocer, con una salsa al olivo y sobre tomaticán. Para acompañar, una Kunstmann Torobayo a $3.900.
De entre los postres que, en general no eran muy módicos, un cheesecake ($4.200), traído directo del frío y con una masa gruesa.
Con una cerveza más y un par de aguas, la cuenta sumó casi $60.000.
Padre Hurtado 1480, 29542112.