Nadie puede dudar de la capacidad de Manuel Pellegrini para armar planteles, forjar proyectos, desarrollar planes y articular grupos humanos. Es un entrenador serio, el mejor de nuestra historia futbolística, y gran parte de su notable prestigio lo constituye el rigor profesional a toda prueba. Pellegrini deja huella por donde pasa y, salvo contadísimas excepciones, todos terminan hablando maravillas de su capacidad, inteligencia y conocimiento.
Pero hay un detalle a lo largo de su trayectoria que aún no termina de cuajar para hacerlo saltar a un sitial verdaderamente histórico a nivel mundial. Es la gran dificultad que tienen sus equipos para alcanzar el objetivo final: ganar títulos. Por alguna razón, que excede largamente a la mala suerte, en los momentos cruciales sus dirigidos exhiben un indescriptible miedo escénico, una inexplicable cuota de impotencia frente a rivales inferiores; casi una aversión al triunfo.
¿Es posible en un fútbol de alta competencia separar el logro de los objetivos con la falta de consecución de resultados? Si fuera por seguir el discurso de Pellegrini, claramente es posible, si se entiende "logro de los objetivos" como el acceso a disputar una instancia superior, sin ganarla. Los dos subtítulos de Universidad Católica (1994/95); el subcampeonato en la Copa Sudamericana con River Plate (2003, campeón fue Cienciano de Perú); aquella imposible eliminación con Villarreal en semifinales de la Liga de Campeones (2005/06) ante Arsenal; la campaña-récord dirigiendo al Real Madrid (2009/10) sin obtener la corona de la Liga española, y la polémica eliminación en el Málaga ante el Borussia Dortmund, por cuartos de la Champions 2012/13, son ejemplos que juegan en contra del palmarés del técnico nacional, pero robustecen su ideario de que el proceso y la planificación son el principal sustento de las instituciones.
El presente del Manchester City, en ese contexto, no representa ningún accidente en la trayectoria de Pellegrini. Un plantel formado para ganarlo todo, con un rendimiento que a mediados de temporada lo perfilaba como principal aspirante a la Premier League -y a llegar a fases finales de la Champions League-, en la recta decisiva se debate en un bajón futbolístico que lo aleja del título y pone en duda su real solidez.
Ciertamente, Pellegrini tendrá un arsenal de razones para explicar la declinación y para argumentar que los objetivos se han ido cumpliendo. No obstante, por razones que superan la casualidad, en el City la incapacidad de "amarrar" un campeonato en la instancia definitiva vuelve a hacer patente el sino del técnico chileno. Como si durante "el proceso" de aprendizaje del estilo de juego, de la disciplina interna, del modelo táctico, el entrenador chileno consumiera el talento y la energía de sus jugadores, dejándolos sin el fondo anímico y físico para alcanzar el logro que por cierto los hará trascender.