Ayer en Antofagasta cerró "Puerto de Ideas". Un privilegio asistir. Conversé con un par de jóvenes antofagastinos angustiados por no poder ingresar a algunas de las conferencias. Primeros universitarios en sus familias. Inteligentes, ansiosos de saber más. Tal vez tuve suerte, eran ¡lectores!
Filas se formaban ante los telescopios que llevó José Maza donde les mostraba Júpiter y la Luna. Lleno en el Teatro Municipal. Un lujo la Biblioteca Regional con 54 mil visitas al mes. Una lata la calle Arturo Prat, tanto comercio que enmascara la arquitectura patrimonial que va quedando. Ni fui al mall , justo ocultando el oleaje.
Los conferencistas estuvieron, casi todos, sobresalientes. Aplausos, agradecimientos, gozo. Pero lo más conmovedor, para mí, fue dedicarme a fotografiar el Laboratorio "Prohibido NO tocar", que organizaron Explora Conicyt y la Universidad de Antofagasta para niños de 4 a 8 años. Experimentaban. Privilegiados de tocar, ver, dibujar, en una estrategia seductora.
Fernando Navia, de unos 7 años, parecía tan succionador de información científica como una de mis nietas recopila las canciones de Violeta. Saltaba y respondía preguntas sobre microorganismos. Intenso, se concentraba ante las preparaciones que iba viendo en el microscopio profesional. Conversaba con elocuencia con su compañera Nayda Dias sobre microorganismos. Nayda misma, de unos 7 años, fue la que levantó primero la mano cuando Gladys Hayashida, la bióloga que dirigía el cuento, después de desprestigiar a las bacterias, por nocivas, preguntó si había bacterias buenas. Yo creí que nadie iba a atreverse a decir que existían. Nayda saltó y dijo que sí, que las había. Y aparecieron el yogur, las bacterias de la digestión. "¿Por qué sabes?" le preguntó Gladys Hayashida. "Mi mamá es doctora", dijo la niña.
Alonzo Ainzúa y Vicente Araya tomaban las muestras para el microscopio y antes de verlas con aumento, ya se entretenían con sus colores. Salieron con dos cartones donde pegaron en plásticos colorinches simulaciones de lo que habían observado.
Abajo, en un acuario con agua de mar, los niños metían manos y veían moluscos reproduciéndose, ¡de verdad! nunca imaginé que de una concha tan chiquita pudiera brotar tanto ¿semen? Y estrellas de mar, y pepinos de mar, y jaibas listas para morder las manos con sus pinzas.
Eric Goles, matemático, en su magnífica conferencia, a la hora de las preguntas le respondió a una profesora que él no sabía cómo motivar a los estudiantes por la matemática, no sabía la receta. Él hablaba, en realidad, de descubrir matemáticos de primera línea, como Claudio Arrau en música. La profesora no obtuvo la respuesta que buscaba. Pero si hubiera atravesado la calle, habría visto la experiencia de los niños hipnotizándose con descubrir.
La cosa es cómo descubrir en matemática. Por ejemplo, ¿a qué hora el puntero y el horario se juntan entre las 2 y las 3? Difícil.
Puerto de Ideas hizo eso en Antofagasta, hay un mundo con preguntas y se puede buscar responderlas. Y los niños... si se les muestra al molusco reproduciéndose, ¡qué preguntas son las que hacen! Gozan con descubrir. Tiene que ser posible que lo mismo ocurra en matemática.