Ocurrió en el seminario de la Fundación Internacional para la Libertad, en Lima. Después de las exposiciones de Sebastián Piñera y del mexicano Felipe Calderón, se presentó lo que muchos interpretaron como una "mesa de presidenciables" para 2016. Ahí estaban la ex Primera Ministra Beatriz Merino, el intelectual y varias veces aspirante Alfredo Barnechea y... el chef Gastón Acurio.
Merino y Barnechea hicieron propuestas sobre la "agenda pendiente" de la modernización del Perú. Y Acurio, ¿qué hacía ahí?
Desde hace meses que suena como candidato, y agarró vuelo en diciembre, tras una entrevista en la que dejó abierta la puerta para presentarse. "Hoy día te digo no es posible. Mañana no sé". Las encuestas lo posicionaron bien y gente con influencias comenzó a imaginarlo en el Palacio Pizarro. También llovieron críticas, en especial de quienes lo ven como un rival peligroso.
¿Peligroso un chef? Es que, como todos sabemos, no es un chef cualquiera. Acurio representa al empresario exitoso, que elevó la cocina peruana y la "marca Perú" a un nivel mundial y que lo sitúa a él mismo dentro de los hombres más respetados y admirados de su país. Acaba de trasladar el clásico Astrid & Gastón limeño desde Miraflores a una gran casona en San Isidro, con una inversión de US$ 6 millones. Sus restaurantes en Chile pasan llenos, igual que el de Londres o el de San Francisco. Su mensaje ecléctico es una fusión de culturas, ingredientes de cocina e ideas. Puede citar a Hayek y a Popper en un artículo sobre tolerancia y diversidad, o referirse a la variedad de formas de preparar un cebiche para defender la libertad. Puede organizar a los campesinos o a los pescadores para que valoren sus productos y los vendan a buen precio; puede rescatar una receta vieja y darle un vuelco creativo.
Acurio es un fenómeno en la gastronomía. Pero tiene pasta de político, que le viene de su padre, senador y ministro de Belaúnde Terry. Su presentación en el seminario partió con un "no hablo como político, sino como cocinero", pero ahí estaba.
Su discurso unió la importancia de ser empresario, el aporte de estos a la economía, la valorización de la libertad y creatividad, y también el rescate de las culturas ancestrales. Derrochó entusiasmo y desplegó sensibilidad. Su retórica es simple, le habla al corazón de la gente, como un ser humano, ni político ni tecnócrata.
Hubo quienes le encontraron cero opción política. Otros, ciertos políticos y analistas de peso, están convencidos de que, si decide presentarse, gana. En Perú el desprestigio de la política ayuda a que cualquier outsider sea valorado por la ciudadanía. Faltan dos años para las elecciones, pero dicen que no es temprano para empezar, aunque se corra el riesgo de zancadillas.
Perú nunca deja de sorprender. Así, lo de una eventual candidatura de Acurio no debe descartarse, porque, al final, él decidirá si sigue con sus cucharones y deja la política para más adelante o se lanza a la olla.