Dejémoslo en claro para no enredarnos en tonteras: Colo Colo será un justo campeón, por méritos propios y porque los principales aspirantes jamás asumieron su condición. Fue un torneo de un nivel bajísimo, porque varios clubes lo despreciaron desde el arranque, pero eso acrecienta el mérito del Cacique.
Dicho eso, hay que ser también muy claros. El juego de los albos ha venido desinflándose en el afán de asegurar luego la estrella y porque Héctor Tapia tomó decisiones que le bajaron el nivel al equipo. El clásico de ayer fue muy feo, independientemente de que, como dijo Emiliano Vecchio, "había que ganarlo de cualquier manera".
Fue feo porque otra vez el árbitro no estuvo a la altura y cometió errores claves. Fue feo porque los atacantes de la U desperdiciaron muchas oportunidades de gol por una incalificable impericia. Fue feo porque Ramón Fernández, en su imperdonable impotencia, se hizo expulsar y después empujó a Gamboa. Y fue feo porque lo de Jason Silva es inexcusable, pero más aún la tibia reacción del técnico y del presidente de la institución, que están en entredicho permanente por su tibia condena a la violencia, atenuaron y excusaron la reacción del jugador. Fue feo por la impresentable polémica de los Twitter posteriores al duelo.
Pero sobre todo fue feo por el nivel de juego. A comienzos de este año, con el Mundial a la vista, Jorge Sampaoli criticó severamente el nivel del campeonato local, manifestando su preocupación ante la opción de convocar a futbolistas que actúan en Chile. El devenir de las fechas terminó dándole la razón. El espectáculo es pobre y la táctica -aquel factor que hasta hace poco nos entusiasmaba en el análisis- hoy está en franca retirada.
No hay, entre los jóvenes técnicos chilenos que tienen su oportunidad por estos días, ni un asomo de respetar los códigos que nos llenaban el paladar desde el cambio propiciado por Bielsa y plasmado internamente por Sampaoli. Se acabó el uso de las bandas, los dobles puntas pasaron al olvido, la presión constante es una quimera y la justificación del rendimiento está dada por el resultado más que por la ambición de un cambio.
Para ganarle a la U en el Nacional -algo que los albos no lograban desde el 2009- y asegurar virtualmente la corona, Tapia planificó con un "nueve falso" que no funcionó. Colo Colo no tuvo la pelota ni oportunidades ante un rival claramente confundido en su motivación. Solo pudo encontrar el resultado que buscaba gracias a la fortuna (el error de Cereceda), el árbitro y a retrasar a Vecchio y Valdés en el primer tiempo. En el segundo logra aferrarse a la victoria con una línea de cinco defensores y un solitario atacante en punta, abandonado a su suerte.
Fue un clásico feo en un torneo opaco. Pero, por sobre todo, es una señal que hay que atender: ¿Estaremos perdiendo el paladar? ¿Se nos estarán olvidando las lecciones? ¿Serán capaces los jóvenes técnicos chilenos de dar una señal de que pueden aportar algo trascendente al espectáculo del fútbol?