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Cartas
Martes 01 de abril de 2014
Ciencia y política
Señor Director:
La creación de Conicyt en 1967 significó un apoyo importante para la ciencia en Chile. Sin embargo, en 1970 cayó en manos de militantes de la Unidad Popular. Quisieron comenzar de cero. Para ello organizaron un congreso científico, la mayor parte de cuyos integrantes eran profesores secundarios de izquierda, que de ciencia poco sabían. En dicho congreso se invirtió el presupuesto de 1972, por lo cual nada quedó ese año para apoyar proyectos de investigación.
Luego, en 1973, se le asignó el Premio Nacional de Ciencias a un distinguido cirujano que poco o nada tenía de científico, pero cuyo mérito era ser compadre del Dr. Allende. Más adelante, después del colapso económico —verdaderamente hubo que partir de cero— comenzó su lenta reconstrucción, siendo uno de los principales artífices el ministro Hernán Büchi.
Luego, el progreso económico de Chile, fruto de su nueva economía de mercado, hoy denostada como “neoliberal”, permitió un desarrollo científico nunca antes imaginado, no solo impulsado por Conicyt, sino también por fondos de desarrollo regionales, por aportes privados, institutos Corfo, etcétera.
Ha sido mi experiencia, al menos en el caso de Conicyt y Fondecyt, que los aportes se han distribuido de acuerdo con el mérito de los investigadores y de sus proyectos, y no por presiones corporativas, políticas o de otro orden. Por ello, parece impropio que los aportes a la ciencia se hagan conforme a prejuicios ideológicos como los anunciados hace poco por el ministro de Educación.
Más vale hacerle caso al cazurro Presidente del Uruguay cuando dijo: “Hay que saber cuidar lo que se tiene”.
Dr. Fernando Orrego Vicuña