Esta película se extiende, de manera laxa, entre 1936 y 1952, los años más convulsos de la historia de la China moderna. Sin embargo, no es una cinta principalmente histórica. Sigue la trayectoria de dos protagonistas menores, en cierto modo víctimas de la historia: Ip Man (Tony Chiu Wai Leung), maestro de kung-fu en el sur, y Gong Er (Zhang Ziyi), hija del gran maestro de las artes marciales del norte (Qingxiang Wang).
El padre de Gong Er es vencido por Ip Man en una lucha de destreza y deposita sobre este la tarea sobrehumana de unir las escuelas del sur con las del norte. En una China que se desgarra con el intento secesionista del sur, la invasión de Japón de 1937 y la guerra civil que siguió a la Segunda Guerra Mundial, la misión de Ip Man solo podría constituir una desgracia. Gong Er elige un destino más inmediatamente trágico: vengar la muerte de su padre a manos del traidor Ma San (Zhang Yin), una obsesión que no podrá sino consumirla.
La convergencia de estas vidas fatídicas es lo que interesa a Wong Kar Wai, el más estilizado de los cineastas chinos de fines de los 80, un artista enamorado de su sentido plástico, de las texturas y los colores, de la elegancia y la movilidad de la cámara y, sobre todo, de un montaje corto y nervioso que pone al estilo por sobre todo lo demás.
En esta película nunca se sabe si Wong Kar Wai está contando la historia del kung-fu o si la está usando como metáfora de la historia china, o quizás de la historia de un amor imposible. Esa indeterminación es característica de su cine, cuyo fin nunca es otro que el demi monde del melodrama, dolor más melancolía. Es un cine de amores que se desgracian en el choque contra circunstancias aún más desgraciadas, como el Hong Kong de los 60 (Con ánimo de amar) o la misma ciudad en los 50. Ip Man sobrevivirá a esos años y será el entrenador de Bruce Lee, la estrella de las pésimas películas de artes marciales de los 60 y 70. Gong Er se hundirá en la noche hongkonesa de los 50. Pero eso no está en la película.
Lo que está en El arte de la guerra tiene un cierto aire incompleto y de seguro no solo un aire. Wong Kar Wai filmó un relato de cuatro horas que tuvo que reducir a dos, lo que puede explicar la enigmática fugacidad de algunos personajes (como "La Navaja", un agente nacionalista) y la velocidad de algunos episodios que parecen importantes.
Lo que los cortes no explican es el embelesamiento del director con sus propias imágenes, una autosatisfacción que, si ya estaba en sus películas previas, parece ahora desbocada. En su esfuerzo por unir melodrama e historia, El arte de la guerra pudo ser una obra maestra, acaso el último canto para el lamentable mundo del cine de artes marciales.
Pero eso no resultó, y parece un milagro que, con sus enormes limitaciones, lo que quedó siga siendo interesante.
Yi dai zong shi. Dirección: Wong Kar Wai. Con: Tony Chiu Wai Leung, Zhang Ziyi, Zhang Yin, Qingxiang Wang, Song Hye-kyo. 125 minutos.