Es julio de 1985. La prensa sigue el caso del superactor Rock Hudson, galán de galanes en los 60, que está enfermo de sida. La enfermedad se propaga sin control por Estados Unidos y la población más afectada es la homosexual. No hay remedio que impida la rápida muerte de los infectados. En ese momento de zozobra pública cae el texano Ron Woodruff (Matthew McConaughey), electricista de las petroleras, amante del rodeo, homofóbico y adicto al sexo casual.
En los primeros minutos del metraje, el doctor Sevard (Denis O'Hare) informa a Woodruff que es un enfermo terminal de sida y que dispone de unos 30 días de vida. En línea con su machismo irascible, Woodruff rechaza el diagnóstico, pero a poco de investigar descubre que es verdad y que sus síntomas ya son inequívocos. A partir de este punto se establece el eje de la película, que será la rebelión de Woodruff contra su muerte y, más estrechamente, contra los médicos y las regulaciones que no lo ayudan a sobrevivir. La emergencia del sida fue uno de los momentos más penosos en la historia de la medicina norteamericana.
Gracias a la doctora Eve (Jennifer Garner), Woodruff descubre que el laboratorio Avinex está desarrollando el AZT, que podría ser un remedio. Pero la FDA se tomará muchos meses de pruebas antes de autorizarlo. Desesperado ante la indiferencia de la medicina federal, Woodruff comienza a conseguir drogas en el extranjero, no autorizadas en EE.UU., y pronto monta un club de compradores donde se agolpan decenas de desesperados, mientras él se enfrenta al establishment de los médicos y las autoridades. Una de las ironías delicadas del relato es que Woodruff termina asociado con los homosexuales a los que ha odiado, e incluso amigo de uno de los más estridentes, el travesti Rayon (Jared Leto).
Woodruff sobrevive con largueza al pronóstico médico, cosa que la película interpreta como el resultado de su voluntarioso coraje (igual que el documental del 2012 How to survive a plague, acerca de los activistas que reunieron a los enfermos en movimientos de defensa durante los 80), guardando con inteligencia un espacio para las contradicciones y los errores del propio Woodruff.
Sin embargo, en su enfrentamiento con la ley bajo la angustiosa proximidad de la muerte, Woodruff está mucho más cerca de los "ángeles sucios" de Akira Kurosawa, por ejemplo, los de El ángel ebrio o Barbarroja. Quizás la moral protestante no se avenga muy bien con la idea de que sujetos tan despreciables puedan devenir tan heroicos, pero el lado pragmático de esta película, donde la compasión y el dolor tienen poco espacio, es lo que hace, precisamente, que vuele menos alto de lo que podría.
Dallas Buyers Club. Dirección: Jean-Marc Vallée. Con: Matthew McConaughey, Jared Leto, Jennifer Garner, Denis O'Hare, Griffin Dunne. 117 minutos.