La premisa de esta película es la siguiente: en 1841, el señor Solomon Northup (Chiwetel Ejiofor), afroamericano, violinista eximio, casado, con dos hijos y hombre libre en Saratoga, Nueva York, es secuestrado durante una gira artística a Washington y entregado a esclavistas que lo confunden con (o en forma más simple lo declaran como) un fugitivo.
Aún no ha estallado la Guerra de Secesión entre el norte y el sur, Abraham Lincoln no ha impuesto la abolición de la esclavitud y ser un afroamericano libre es un privilegio muy raro, que solo se puede obtener en los estados norteños de la Unión.
Los traficantes lo trasladan al estado confederado de Georgia, en el sur, y lo venden a un hacendado blanco, el señor Ford (Benedict Cumberbatch), que tiene cultivos de azúcar. Para entonces el nombre de Northup ha sido reducido a Black. Y como este hombre que se considera libre, aunque ya es un esclavo sin remisión, se enfrenta a un salvaje capataz Tibeats (Paul Dano), Ford decide transferirlo a otro latifundista, Edwin Epps (Michael Fassbender), dueño de plantaciones de algodón.
Epps resulta ser un desalmado, en contraste con el bondadoso Ford. Ambos son esclavistas, pero esta categoría parece aceptar matices en las sensibilidades individuales. Black se hunde en 12 años en condición de esclavo. Comparte esa desgracia con dos mujeres: en la primera mitad, Eliza (Adepero Oduye), madre de hijos que le son arrebatados; en la segunda, Patsey (Lupita Nyong'o), una jovencita martirizada por la lascivia de Epps. Es otro par de sensibilidades, otro esquema polar dentro de muchos más que propone 12 años de esclavitud.
El cineasta británico Steve McQueen es uno de los más interesantes del actual cine anglosajón. Sus dos largos previos, Hunger y Shame, se internan en la zona de tensión entre el cuerpo y la conciencia y presentan una visión brava sobre esos incómodos temas.
Sin embargo, 12 años de esclavitud tiene un lado muy problemático: si la desgracia de Northup es un accidente, un error o un tropiezo injusto, entonces ¿la esclavitud no fue un fenómeno sustancial de Estados Unidos, no fue un sistema político y económico, no fue una mecánica que permitió que la segregación racial permaneciera vigente más de un siglo después de Lincoln?
Las películas -y las obras de arte en general- no tienen la obligación de agotar las dimensiones históricas de sus temas. Pero no es lícito que, por el contrario, las desprovean de sus alcances más complejos. Desde el punto de vista fílmico, es claro que 12 años de esclavitud está muy lejos del gran cine sobre la esclavitud (Mandingo, 1975) y aun del cine más emocional (El color púrpura, 1985). Pero su neutralidad histórica, su idea de una pesadilla casual, andan más cerca de la complacencia que del rigor.
12 years a slave.
Dirección: Steve McQueen.
Con: Chiwetel Ejiofor, Michael Fassbender, Lupita Nyong'o, Paul Dano, Brad Pitt.
134 minutos.