La Plaza de Armas de Santiago es el espacio público más concurrido de la ciudad, hito fundacional del Chile colonial y republicano, cuyo pasado se remonta incluso a la era prehispánica. Una árida explanada en sus inicios, y luego tímidamente embellecida con jardines, fuentes y esculturas, hasta llegar a ser un gracioso y romántico paseo, con elementos del siglo XIX que perduraron casi inalterables hasta su última gran remodelación, en el año 2000, a cargo de los arquitectos Rodrigo Pérez de Arce y Sebastián Bianchi. Ellos mismos lideran las labores de mejoramiento encargadas por la municipalidad, para restaurar los elementos de este espacio usado con intensidad; mejorar su vegetación e iluminación.
En torno a la Plaza de Armas se reúnen los símbolos del poder y de la cultura a lo largo de la historia. Desde luego, la iglesia matriz; más allá la primera casa de gobierno, el primer cabildo, la primera cárcel; más tarde el correo, el museo, el municipio. También se desarrollaron en torno a la plaza incipientes galerías comerciales en forma de portales, espacios arquitectónicamente refinados, adecuados a nuestro clima, precursores de esa otra maravilla santiaguina que es la extensa e intrincada red de pasajes y galerías cubiertas que atraviesa el centro en todas las direcciones. Hubo otros portales y galerías antes de los actuales Bulnes y Fernández Concha; hacia el oriente el elegante McClure, y detrás, sobre la actual calle Phillips, la espléndida galería San Carlos, demolida como todo en Chile: sin pudor.
Uno de los logros más trascendentes de esta nueva etapa será la recuperación del Portal Bulnes. Afortunadamente el municipio logró negociar con los actuales locatarios que por años monopolizaron el tradicional bazar de marroquinería instalado dentro, obstaculizando los arcos del pórtico. Serán reubicados en una galería comercial contigua, y el noble Portal Bulnes se despejará para el tránsito peatonal, incluyendo la recuperación de los pavimentos de piedra, nueva iluminación y revestimiento de muros. La idea es que albergue cafeterías con mesas a la calle, dando a nuestra Plaza de Armas algo que tuvo y nunca debió perder: dignidad, encanto y un comercio acorde a su natural atractivo para turistas, trabajadores y paseantes. Ahora sólo faltará que el portal vecino, el Fernández Concha, que es administrado por privados, se sacuda de esa fritanga maloliente y de la sordidez que lo consume para ponerse a la altura del resto de la plaza, y con ella de un Santiago que se tiene cada vez más confianza, amor propio y apunta más alto.