Usted se ha transformado en los últimos tiempos en una de las personas más importantes de Chile. Cada vez son más quienes le imploran que ponga fin a un paro que hace peligrar el sustento de buena parte de los 600 mil chilenos que viven de la industria frutícola. Usted, sin embargo, permanece impasible.
Es posible que sea injusto con usted. Sucede que tengo una opinión muy alta de los sindicatos, que son una pieza esencial para que funcione una sociedad libre. Además, he conocido sindicalistas realmente ejemplares. De ahí que probablemente le esté poniendo una vara muy alta.
He visto sus intervenciones en la TV. Lamento que le cueste tanto contestar directamente lo que se le pregunta. Es una pena, porque los chilenos merecemos saber un poco más sobre lo que piensa el hombre que nos tiene con los brazos en alto.
Pero dejemos de lado las recriminaciones, y hagamos un esfuerzo por entendernos o, al menos, por precisar nuestras discrepancias. Vamos a suponer por un rato que todas sus demandas son justas. Partamos de la base de que sus presuntas víctimas mienten, y que usted nunca ha utilizado, ni estimulado ni tolerado ni hecho la vista gorda ante ninguna práctica matonesca. Vamos a quedarnos con lo que usted dice y solo con eso.
Cuando se le pregunta por qué, si sus reivindicaciones son tan justas, no recurre a los tribunales, su respuesta es sorprendente: dice que los sindicatos no tienen la plata para pagar a abogados del nivel de los que tiene su contraparte. ¿Lo dice en serio?
Además, ¿es posible que usted, uno de los hombres más importantes del país, cuyas decisiones afectan a centenares de miles de chilenos, ignore que en Chile la abrumadora mayoría de los juicios laborales los ganan los trabajadores?
"Este es un tema de dignidad", agrega usted. ¿Desde cuándo que la dignidad excluye someterse a la justicia? ¿Significa que las mujeres víctimas de violencia, por ejemplo, pueden tomarse la justicia por mano propia?
Como si esto fuera poco, usted entrega como excusa el que "no tenemos los familiares en la Corte Suprema" que permitan hacerlo. Que yo sepa, el 99,99% de los chilenos estamos en esta situación. Pero, aparte de eso, ¿qué está insinuando? ¿Podría mencionar algunos casos actuales donde el parentesco con un ministro de nuestro más alto tribunal haya sido un factor relevante para ganar un juicio? Como chileno, me gustaría saberlo, para impulsar una campaña destinada a terminar con esa grave corrupción. Y si no tiene pruebas, le pediría que (por televisión y en el mismo horario de alta audiencia en que hizo su denuncia) les dijera a nuestros compatriotas que lanzó una acusación infundada.
Cuando se le pregunta por los daños que causa al país el paro de una parte de nuestros puertos, usted dice que lo siente mucho. ¿Es consciente de que, por ejemplo, el 90% de los productores de arándanos tiene menos de 10 hectáreas, es decir, se trata de gente que necesita vender sus productos para sobrevivir el resto del año? ¿Tiene claro que este ha sido un año fatal para la agricultura, con paros portuarios en marzo y una sequía en muchos casos sin precedentes? ¿Ha pensado en el enorme sacrificio que ha significado transformar a Chile en un país exportador, y cómo todo ese esfuerzo, que es la gran alternativa para no depender exclusivamente del cobre, puede venirse abajo en poco tiempo si dejamos de inspirar confianza a nuestros compradores?
¿Tiene claro que los principales perdedores serán, como siempre, los más chicos, que carecen de frigoríficos, y terminarán por perder o malvender sus cosechas? ¿Y los efectos que su conducta tiene en el empleo, precisamente en un momento en que millones de chilenos miran con esperanza la llegada de un nuevo gobierno, que dice que traerá equidad sin afectar el empleo y el crecimiento?
No entiendo cómo su dolor por el sufrimiento ajeno, que presumo que es auténtico, lo deja dormir en la noche. ¿Qué pastilla toma para conciliar el sueño tan tranquilo?
Por otra parte, a pocos kilómetros de San Antonio está Valparaíso, un puerto que funciona con normalidad. Allí también hay dirigentes sindicales, y le aseguro que ellos tienen problemas y justos motivos para reclamar. Ellos seguramente han sentido la tentación de tomar el camino más fácil, de resolver sus problemas con otro paro que ponga en jaque la subsistencia de miles de chilenos. Pero ellos han dicho que no. No están dispuestos a lucrar con tanto sufrimiento inocente.
Señor Vargas: suspender el paro en estas circunstancias, no es señal de debilidad ni implica renunciar a los que considera sus legítimos derechos. Terminar con el paro es un gesto de enorme patriotismo.