No puede ser sorpresa para nadie el afán de Marco Antonio Figueroa por buscar la polémica y la confrontación abierta. Ese ha sido su sello, su impronta y el laberinto en que suele atraparse. El Fantasma no creció profesionalmente por el impulso de sus éxitos, sino por su capacidad para estar siempre en el ojo del huracán.
Era posible pensar, entonces, que en una institución de permanente debate público como la U iba a encontrar el mejor escenario para su trabajo. Los azules, históricamente, han marcado tendencia por su ineludible busca de la discusión pública. Eligieron siempre a sus dirigentes y actualmente hay disenso abierto en la toma de decisiones, lo que marca una diferencia con casi todos los clubes y sociedades anónimas. También un permanente deseo por lidiar con los rivales y la ANFP por la hegemonía de sus ideas, planteles abiertos a la crítica interna y múltiples liderazgos.
Pero tuvo mala suerte Figueroa. Esa marcada e histórica identidad llegó a los límites en el último tiempo. La lucha interna por el poder y la confrontación sin treguas contra Colo Colo y la UC desviaron la mirada y desatendieron lo principal: el devenir deportivo. Se hicieron malas inversiones y las urgencias aceleraron los juicios. En este escenario, el "Fantasma" no tenía margen de error. Y erró.
Lo más grave fue que se sumó generosamente al tormentoso escenario que el club vive en todos los frentes posibles. Abrió flancos con la directiva al cuestionar una política de contrataciones que estuvo clara desde que asumió José Yuraszeck: en este club los refuerzos los deciden los directores. Cuestionó las adquisiciones de los mandatos anteriores y sobre todo las de su gestión (Rubio y Caruzzo). Y se enfrentó -otra vez por exceso de protagonismo- a los referentes históricos, que se ganaron sus medallas en la cancha y con la camiseta bien puesta.
Cuestionado por sus jefes, sus subalternos y buena parte del periodismo y la hinchada, a Marco Antonio Figueroa el campo de batalla se le ofrece ideal para su estrategia: estar en la pelea. Pero no le alcanza, ni le alcanzará, para lograr lo más básico: consolidar un estilo y ganar cosas importantes. Para decirlo en simple, trajo tempestades a donde ya había demasiadas, aunque en una cosa tiene razón: parece razonable que le traigan al menos uno de los jugadores que considera fundamentales para plasmar su -hasta ahora- no fraguado estilo de juego.
Esta U necesita un estadio y consolidar su liderazgo deportivo, que profundizó las crisis de Colo Colo y la UC. Para hacer la guerra, el club ya tenía suficientes generales y soldados dispuestos al sacrificio. La contradicción es que Figueroa no puede buscar la paz, porque traicionaría su único sello distintivo: dar todas las peleas. Aunque nunca las gane.