Se ha reclamado desde distintos ámbitos la falta de líderes políticos, sobre todo jóvenes. Para muchos el país padece una crisis en este sentido. Conste que, de no haber existido la figura y disposición de Michelle Bachelet, la izquierda no estaría frotándose las manos. En la actualidad el liderazgo político es una exigencia mundial, aunque no es nuevo. Biografías sobre la trayectoria de grandes personalidades políticas son prueba de ello.
La historia republicana de Chile puede exhibir varios. Indiscutiblemente Diego Portales fue el hombre más influyente de su época y creó las condiciones para configurar un modo de organización política estable. Su imagen gravitante llega hasta nuestros días. Otros de similar envergadura y en circunstancias igualmente trascendentes fueron Arturo Alessandri y Carlos Ibáñez. Siendo rivales pero con proyectos parecidos, aunque por vías distintas, pudieron conducir al país a su modernización.
Durante la segunda mitad del siglo XX también los hubo, aunque es factible diferenciar su magnitud y rasgos específicos. Jorge Alessandri, de la derecha, lo fue sin ser hombre de partido. En cambio, Eduardo Frei fue el motor del suyo y copó el centro político mientras vivió, en tanto que Salvador Allende mantuvo el liderazgo de la izquierda por décadas, pero con la Unidad Popular fracasó. Nunca pudo cohesionarla.
No es posible seguir el recuento. Son ejemplos de liderazgos innatos, personalidades que portaban dotes singulares. De ideales, hombres de acción, realizadores, grandes administradores, excelente oratoria, un cierto carisma. Para el contexto en que se desenvolvieron fueron líderes apropiados. Sin embargo, las sociedades de masas demandan mayores cualidades, debiendo responder a un perfil claramente más diverso.
Es un fenómeno que actualmente se analiza en países desarrollados, por sectores. En Chile ha sido una preocupación más propia del mundo de la empresa, y hace muy poco se publicó el interesante libro "Rectores líderes", de Roberto Vega. Pero el liderazgo propiamente político se ha ignorado, no obstante ser tan importante de cara al futuro.
Los estudiosos mundiales establecen como punto de partida contar con un potencial individual y una posición de poder que otorgue posibilidades de actuación al eventual líder, aunque por sí mismos son atributos completamente insuficientes. Es preciso un pensamiento propio, elaborado además en equipo, desde donde surja una interpretación de la realidad, una visión sustentada en valores o principios, objetivos, una estrategia, diseñando una agenda de acciones políticas. En esa dirección el líder se movilizará, y lo hará con sus seguidores. Así, el liderazgo puede entenderse como proceso.
Por tanto, es posible aprenderlo, desarrollando cualidades fundamentales para los tiempos que corren, como el vigor, ecuanimidad para considerar situaciones, saber asumir riesgos, resolver problemas y tomar decisiones con resolución. No descuidar las habilidades comunicativas para darse a entender con facilidad, transmitir emociones, asombrar por la afectividad. Ser de actitudes auténticamente confiables, cercano a los seguidores, sin hacer notar las diferencias objetivas existentes.
Hay partidos que casi no tenían figuración y resolvieron educar a sus cuadros juveniles y han obtenido resultados electorales satisfactorios y dirigencias gremiales, mientras otros han sufrido mermas o pareciera van en retirada. Sin duda, la derecha y el centro tienen tarea por delante. En ninguna competencia es digno "regalar la cancha". Pero, ante todo, es primordial fortalecer las convicciones. ¿O estas ya no existen, se diluyeron o son transables?