Una voz en off reza el Padre Nuestro sobre la imagen de un bosque. El lente retrocede y muestra a dos hombres que apuntan y disparan a un ciervo. Son el joven Ralph (Dylan Minnette) y su padre, Keller Dover (Hugh Jackman), que lo felicita antes de advertirle: “Debes estar preparado. La única diferencia entre tú y la muerte eres tú”. Las cruces, los rezos y las canciones religiosas se repiten en estos primeros minutos. Ya se sabe: cuando Dios entra al crimen, el crimen se asoma al infierno.
Pero, a pesar de sus recurrentes alusiones religiosas, La sospecha no es una intriga teológica. Se mueve a la altura de sus personajes, de su psiquis y de sus conflictivas ideas sobre Dios.
A los 10 minutos del metraje, en plena fiesta de Acción de Gracias, la hija de 6 años de los Dover, Anna, desaparece junto con Joy, la hija de sus amigos, los Birch. No hay pistas, salvo una casa rodante conducida por el joven Alex Jones (Paul Dano), que a pesar de su edad tiene la inteligencia de un niño de 10.
Entonces se desatan las fuerzas que convertirán a los protagonistas en “prisioneros” durante más de dos horas. Keller Dover se lanza a la cacería del único sospechoso, el limitado Alex, por encima de toda ley. Su némesis, el igualmente obsesivo detective Loki (Jake Gyllenhaal), también lucha contra las víctimas y los jefes para dar con un culpable más plausible. No hay paz a partir de este punto: los actos se enfrentan con las conciencias, la moral con los crímenes, la fe con la violencia.
El cineasta canadiense Denis Villeneuve entrelaza a sus torturados personajes con el lazo apenas visible del montaje, y muy a menudo con la elipsis, la omisión de un momento crucial que crispa la atención. La lluvia fría del invierno entrante en Pennsylvania crea parte del clima entumecido del relato; la otra parte, su complemento necesario, es una cámara distante, precisa pero impasible, que concentra a su alrededor todas las tensiones morales de los personajes.
Los escasos estallidos de violencia adquieren fuerza redoblada en este relato gélido, que mantiene al espectador pendiente de cada detalle, en un continuo movimiento de empatía y repulsa. Incluso sus aspectos más convencionales resultan desmontados una y otra vez por la manera hermética –y fanática– con que los protagonistas toman sus decisiones, como si avanzaran hacia el infierno cargados de deseos inconfesables.
Villeneuve dirigió antes a lo menos dos películas francófonas memorables –Maelström e Incendies– que narran historias tremendas, al borde de la truculencia, con un similar sentido de la contención y la elipsis. Eso lo ha convertido en uno de los más interesantes cineastas canadienses. La sospecha es una confirmación.
Prisoners. Dirección: Denis Villeneuve. Con: Hugh Jackman, Jake Gyllenhaal, Maria Bello, Viola Davis, Paul Dano, Melissa Leo. 153 minutos.