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Editorial
Domingo 24 de noviembre de 2013
Porcentajes y desafíos muy distintos
Chile no debería desangrarse en una puja de utópicas fórmulas constitucionales, mientras los demás países luchan por recuperarse
de una crisis económica cuyas repercusiones hasta ahora nos han golpeado apenas en grado marginal.
Las dos candidaturas presidenciales que pasaron a segunda vuelta tienen ante sí grandes desafíos, aunque de muy distinta naturaleza.
El de Evelyn Matthei es hacer una campaña competitiva, para subir de su 25% al piso de 40% en que han estado casi todas las postulaciones previas de su sector. Esto es factible, como lo prueba el que los resultados parlamentarios de la Alianza arrojan sobre 36% en diputados y sobre 38% en senadores, y en la Circunscripción Santiago Oriente alcanzó a 47%. Y en Santiago Poniente, la votación de Matthei fue de 23%, mientras sus candidatos al Senado sumaron 38%. Ella tendría allí, pues, cuando menos 15 puntos para crecer.
Esto puede parecer utópico, pero en realidad nadie sabe cuántos votantes concurrirán a las urnas, por lo que el escenario para una y otra candidatura puede ser de confirmación de la primera vuelta o de vuelco de sus resultados. Y aun si no se diere la sorpresa de un triunfo de Matthei, el solo lograr una votación en torno al 40%, aunque la Alianza virtualmente haya ya perdido los quórums que le brindarán a Bachelet un grado de control del Congreso que no tuvo ningún gobierno anterior de la Concertación, sí tendrá un título moral para recordar que es una minoría organizada cuyo peso significativo no cabe ignorar.
Hay grandes aportantes a las campañas que hoy razonan en la línea de que “si ya la centroderecha perdió el Congreso, no tendría sentido destinar recursos a la segunda vuelta presidencial”. Olvidan que en esta, sin una votación en torno a la cota señalada, se reducirá aún más el peso de quienes en el Senado y la Cámara habrán de enfrentar a una Nueva Mayoría que busca explícitamente desmantelar todo el sistema que ha permitido la prosperidad del país y la de esos aportantes. Estos —grandes empresas nacionales y transnacionales— desnivelaron sus aportes a favor de Bachelet al extremo de sofocar materialmente la candidatura de Matthei.
El repunte de esta es, pues, factible, pero eso supone que todos los parlamentarios aliancistas prueben disciplina y capacidad política de dejar atrás sus rencillas y roces habituales, para concentrarse en esa prioridad obvia. Es extemporáneo pedir en estos momentos asambleas, plenarios y reuniones para ajustar cuentas entre facciones, como lo han hecho algunos. El objetivo superior no puede sino ser entregar todos sus esfuerzos a la candidatura de su sector en las brevísimas tres semanas que restan. La centroderecha debe probar su temple. El electorado la observa y juzgará sin contemplaciones.
Un síntoma favorable parece observarse en el hecho de que se haya renovado rápida y radicalmente el comando de Matthei para esta segunda vuelta. El nuevo equipo “parte de cero”, con amplia presencia de figuras jóvenes. Ahora se verá qué puede ofrecerle al país esta renovación, y debería advertirse un contraste con la primera fase de la campaña, con prevalencia de componentes más tradicionales y adultos.
Naturalmente, el esfuerzo principal corresponde a la candidata, y ella tendrá una oportunidad que no tuvo antes, pues se programan ya al menos 4 debates con rasgos muy diferentes de los de la vuelta anterior, en los cuales debe poner en clara evidencia la diferencia de su proyecto con el de su contrincante.
El 15 de diciembre se manifestará, además, si el país efectivamente está con tasas elevadísimas de ideologización, o si, por el contrario, solo está bajo una carga de descontento por insatisfactorios servicios en salud, educación, seguridad, transporte, que agudizan la percepción de desigualdades. Todo esto último sería entendible y a diversos respectos fundado, pero eso es muy distinto del ánimo de aventurarse en utopías que nunca han tenido éxito y nos pueden desangrar en una puja de fórmulas constitucionales, mientras los demás países luchan por recuperarse de una crisis económica cuyas repercusiones hasta ahora nos han golpeado apenas en grado marginal.
El desafío para Bachelet
También la candidata Bachelet enfrenta retos nuevos. Antes, ella apareció como quien pródigamente subsidiaba a las candidaturas parlamentarias. Pero los resultados para la Nueva Mayoría alcanzaron casi 48% de la votación para diputados y casi el 51% para senadores, esto es, más que la candidata presidencial. Además, por efectos del sistema binominal que han denostado por décadas, controlarán porcentajes aun superiores de una y otra cámara. Así, el desafío para la Nueva Mayoría es formar una combinación disciplinada y capaz de aunar criterios, pues hay partes del programa de Bachelet que suscriben con entusiasmo algunos y rechazan otros. Las discrepancias DC-PC son las más obvias, pero no las únicas. Y particular sensibilidad muestra la DC, que invoca representar un tercio de la fuerza parlamentaria de Bachelet, pero no se siente condignamente oída y respetada y, además, para nada participa, al decir de sus directivos máximos, de “refundaciones”, sino que adhiere a cambios graduales.
Incidentalmente, el mito del binominal ha recibido un doble golpe: el ya referido de las urnas y el de las conductas de la “clase política”, pues apenas producido el triunfo de la actual oposición, y habiendo un acuerdo formal para suprimir el binominal, la propia Concertación no dio en la primera sesión legislativa el quórum conducente a ello —algo por lo que han clamado durante años, denunciándolo como parte de la ilegitimidad de la Constitución que firmó el entonces Presidente Lagos en 2005, y para lo cual contaban incluso con acuerdo de toda la bancada RN—.