La historia comienza con un vuelo por encima de una selva urbana de edificios y carreteras, mientras se escuchan las noticias que brotan desde la ciudad y así aparece el marco que encuadra la historia: Buenos Aires.
Patxi Amezcua es un director español que presiente lo que palpita en “Séptimo”, que es un thriller, un drama y una cinta de suspenso, pero en el preámbulo son las venas de la ciudad las que ahogan, atrapan y un día convierten en realidad lo que cuenta la radio o televisión: crímenes, misterios y tragedias sin resolver. Son estas noticias policiales y lejanas las que la mañana menos pensada se transforman en un padecimiento real.
De la toma aérea y universal, la cámara se empequeñece y enfoca en una persona: el abogado de nombre Sebastián (Ricardo Darín) que va en busca de sus hijos; tiene poco tiempo, es un día laboral y los llevará al colegio.
El divorcio con Delia (Belén Rueda), su mujer española, está en proceso y por eso discuten con la intensidad apagada de la rutina.
Antes de abandonar el piso, Sebastián acuerda con Luca y Luna lo que es una costumbre y un juego: él baja por el ascensor, ellos por las escaleras y se reencuentran en la portería del edificio. Son siete pisos.
El padre desciende en un ascensor ruidoso y gastado, pero la hija y el hijo no aparecen ni por las escaleras ni la portería.
El misterio es el inicio de lo que abunda en una ciudad grande y desconocida.
Es la desesperación y la tremenda desconfianza, también la violencia contenida y la sospecha de una culpabilidad global, porque a lo mejor los ciudadanos nacieron sin culpa, pero la ciudad ya hizo su trabajo y las puertas de los departamentos pueden esconder el crimen o la perversión.
Si alguien vive en Buenos Aires no puede ser totalmente inocente: el portero del edificio, la veterana que vive sola, el inspector de policía o un vecino de tatuajes y vestimenta rara.
En un grupo de directores argentinos flamea el carácter e identidad de Buenos Aires. Pablo Trapero busca en la ciudad el diseño moral de la sociedad. En “Carancho” (2010) es el miedo a la noche y en “Elefante blanco” (2012) las barriadas pobres con el dios de la droga. O en “El secreto de sus ojos” (2009) de José Luis Campanella o en “Tesis sobre un homicidio” (2013) de Hernán Goldfried.
Y todas estas películas tienen el mismo protagonista: Ricardo Darín.
“Séptimo” está en esta línea y es una historia que parte muy sólida con el misterio inicial y la atmósfera perturbadora y sugerente que invoca el mantra de la ciudad: ira, inseguridad, venganza y muchas maneras de ser culpable.
Sin embargo, es una película mal terminada y el desenlace, en vez de avanzar en ambigüedad, espesor y dureza, se empieza a licuar y pierde sentido y energía.
“Séptimo” parte con espesor y densidad, pero de a poco se reblandece y deshace, porque lo que parecía una intriga inquietante, urbana y retorcida, no es más que un episodio doméstico, burocrático y demasiado normal.
“Séptimo”. España – Argentina. 2013. Director: Patxi Amezcua. Con: Ricardo Darín, Belén Rueda, Osvaldo Rosales. 88 minutos. Todo espectador +7.