Mientras algunos dirigentes celebraban el 25% de Matthei coreando el “Sí se puede”, ante el televisor, mucha gente pensaba: No, así no se puede.
Parafraseando a Lincoln, uno es capaz de engañarse mucho tiempo sobre las mismas cosas, pero no todo el tiempo sobre todas las cosas.
El encontrarse 25/75 a nivel presidencial y 36/64 en el plano parlamentario, ¿puede dejar a algún derechista contento? Si la UDI ha perdido hasta 12 diputados en relación con los electos en 2009 y ha resignado ambas senadurías en Santiago, ¿admite ese resultado alguna explicación que no sea simplemente esta: lo hemos hecho muy mal?
Sin duda, hay que redoblar el esfuerzo para el 15 de diciembre. Más que por ese día mismo, que no parece muy esperanzador, por la necesidad de fortalecer una musculatura largamente descuidada.
Este 22 de noviembre se cumplen los 50 años de dos aniversarios notables: las muertes de personas tan distintas como J. F. Kennedy y C. S. Lewis. De ambos pueden recordarse afirmaciones del todo aplicables a la coyuntura nacional y, en especial, al estado de ánimo de los patriotas que aún sueñan con librar a Chile de una segunda debacle.
De Kennedy —sin que haga falta profesarle simpatía alguna— recordamos su “No preguntes qué puede hacer tu país por ti. Pregúntate qué puedes hacer tú por tu país”, y de Lewis, sus notables “La vida nunca ha sido normal” y “Las condiciones favorables nunca se dan”.
Si la derecha… (perdón, si los patriotas) aprendieran de esa sabiduría, desde el 15 de diciembre se dejaría de criticar a los demás y se dejaría de esperar un supuesto momento ideal, para retomar por fin el camino de un trabajo sistemático y de largo aliento en el despliegue de nuestros ideales.
En esta coyuntura dramática, importa poco que el Congreso no haya sido completamente capturado por la Concertación y por los comunistas; en esta coyuntura dramática, importan mucho más la propia pasividad, la propia desidia, la propia estupidez. Hacia adelante, por lo tanto, solo cabe asumir tareas de compromiso completo.
Los partidos deberán preguntarse si tiene sentido su actual ambigüedad. Renovación sigue comandada por un conservador aliado con un ultraliberal, y la UDI elige por igual a parlamentarios tan incompatibles entre sí como lo son “azules” e “indios”. Ya está bien de esa convivencia pecaminosa que solo logra atraer a los tibios y alejar a los decididos.
Los institutos y fundaciones deben abrirse a los campos sindical, vecinal, profesional y estudiantil, para formar ahí, con mentalidad gremialista, a los dirigentes que hoy monopolizan el PC y las otras izquierdas. Frente a Boric, Cariola, Jackson y Vallejo, solo aparece Jaime Bellolio: ¿no es penoso?
Intelectuales que no se atreven a exigir presencia equilibrada en los medios de comunicación, viejos tercios que declinan empuñar sus últimas armas públicas, mujeres que parecen haber olvidado cómo se comportaron sus madres 40 años atrás, jóvenes aburguesados sin más afán que el carrete, pinochetistas quejumbrosos que no honran a su libertador, familias que frustran la vocación humanística o artística de sus hijos, profesionales del gobierno que cuentan los días para privatizarse, empresarios que tuercen la nariz cuando se les solicita ayuda para investigación histórica o proyectos formativos, profesores universitarios encuevados en nichos precarios: ¿alguno de ustedes cree que puede escupir al cielo?
Quizás la esperanza venga de ciertos nuevos grupos; quizás se abra la posibilidad de una nueva generación de patriotas. Para todos, si recapacitamos, el 15 de diciembre no es una meta: es un nuevo punto de partida.