Michelle Bachelet y Evelyn Matthei disputarán el 15 de diciembre la Presidencia de Chile.
La ventaja obtenida por Bachelet la hace favorita, pero no le garantiza el triunfo. Es otra elección y el ejercicio de endosar apoyos puede resultar fallido; el 2009 los votos de Frei sumados a los de MEO superaban a Piñera. Marco Enríquez y Parisi, con votaciones en torno al 10% congregaron a los descontentos con los bloques dominantes superando a alternativas más rupturistas o irrelevantes.
Las elecciones representan un revés para las expectativas de la Concertación y del Partido Comunista, que apostaron a ganar en primera vuelta. Más de la mitad de los chilenos no quiso que Michelle Bachelet fuera Presidenta.
En definitiva, Bachelet no ha obtenido el mandato que pidió a la ciudadanía. El resultado parlamentario, en términos de mayorías en ambas cámaras, es peor para su coalición que el obtenido en las elecciones de 1989, 1993 y 1997. Está lejos de ser una derrota para la derecha como la del año 1965 como aseguraron algunos (ese año bajó de 45 a 9 diputados y no sacó ni un senador). Estamos más bien frente a una situación similar a la del año 2005 y recordemos que cuatro años después la Concertación perdió la Presidencia.
Si Bachelet gana la elección en diciembre, como todos los Presidentes de Chile desde 1990, deberá negociar con la oposición para llevar a cabo su programa de gobierno. Podrá realizar su reforma tributaria, pues tiene las mayorías en el Congreso, aunque demorará en ponerla en práctica por su complejidad. Podrá hacer reformas en educación, pero algunas de ellas necesitarán la concurrencia de parlamentarios de oposición y un difícil proceso de puesta en marcha.
Enfrentaría una ardua tarea para proponer una reforma constitucional aceptable para la amplia mayoría de senadores y diputados que la institucionalidad exige. Tendría que negociar con los partidos de la Alianza y al interior de su coalición donde hay importantes diferencias. Habrá entre los suyos quienes la insten a imponer por la fuerza de la presión su programa, pero eso no le conviene al país y así tendrá que entenderlo si quiere hacer un buen gobierno.
Evelyn Matthei, dada la diferencia de votos que la separa de Bachelet, sigue cuesta arriba en esta carrera presidencial. Pero ya logró su primer objetivo, contra todo pronóstico, y su temple la llevará a disputar con fuerza el que sigue.
En ese afán confrontará sus ideas con Michelle Bachelet, lo que la candidata de la Concertación y el Partido Comunista evitó hacer en primera vuelta. Allí tiene una oportunidad preciosa para convencer a la ciudadanía de la conveniencia de que nuestro país siga por la senda de progreso en que ha transitado los últimos cuatro años, en lugar de dar el salto al vacío que propone Bachelet.
Las propuestas de Evelyn Matthei apuntan a hacerse cargo de las carencias que los chilenos acusan hoy. Si hay algo que ha demostrado esta elección es que en la política chilena la fidelidad ya no existe, no se puede contar con electorados cautivos y que la soberbia es mala consejera.
Luis Larraín