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El Mercurio.com - Blogs : Las señoras del palacio presidencial
Año Electoral 2013
Viernes 15 de noviembre de 2013
Las señoras del palacio presidencial
Algunas primeras damas del siglo XIX fueron madres prolíficas: Rosario Montt de Montt tuvo 16 niños, Eulogia Echaurren de Errázuriz Zañartu, 14, y Tránsito Flores de Pérez, 11...
Enriqueta Pinto de Bulnes, hija, esposa y hermana de presidentes, era una excelente lectora y dominaba el francés e inglés. De estatura pequeña y “escasa carnadura”, fue catalogada como la dama mejor vestida de su tiempo, aunque era de temperamento austero y reflexivo. Foto: Revista Zig-Zag
Emilia Toro de Balmaceda tuvo que dejar La Moneda en medio de la Guerra Civil de 1891, tras sufrir la trágica muerte de su marido y luego partir al exilio. “Antes de mucho nos reuniremos todos en un mundo mejor que el que dejo en horas de odios y venganzas que cubro con el olvido y mi sacrificio”, le escribió el Presidente Balmaceda en su carta de despedida. Foto: Revista Zig-Zag
A Rosario Montt de Montt, la crónica histórica la describe como inspiradora de medidas enérgicas en la época de la presidencia de su esposo, Manuel Montt, cuyo carácter era suave y bondadoso. Viendo amenazada la vida de su marido, a quien amaba con delirio, no podía comprender su benévola conducta. Foto: Revista Zig-Zag
Doña Enriqueta Pinto Garmendia fue la primera “dueña de casa” de La Moneda, pues su marido, el Presidente Manuel Bulnes, trasladó allí la residencia y sede de gobierno en 1846. Desde entonces, las esposas de los jefes de Estado han sido de alguna manera las amas y señoras del lugar, encargándose de asuntos como alhajar el edificio, recibir visitas, organizar grandes eventos, pero también ser testigos y, a veces, clara influencia en el trabajo de sus maridos.
En el siglo XIX no se usaba el término “Primera Dama” y en la prensa de la época eran llamadas “presidentas”. La mayoría fue admirada y respetada por la ciudadanía por su activa labor social. A Delfina Cruz, cónyuge de Aníbal Pinto (1876-1881), le tocó gestionar la ayuda para los heridos de la Guerra del Pacífico. Lo mismo que a su sucesora, Emilia Márquez de la Plata de Santa María (1881-1886), que se destacó por su labor benéfica con viudas y huérfanos de los héroes. Ferviente católica, doña Emilia también sufrió por las medidas liberales que tomó su esposo (ley de los cementerios laicos municipales y ley del matrimonio civil).
Muy piadosa fue también Leonor Frederick, esposa de Jorge Montt (1891-1896), de quien se decía que era una “venerable dama, digna representante de una generación que prestigió con sus acervos morales y sus ejemplos de sólida virtud a la vieja sociedad chilena”.
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