El fútbol es rico en anécdotas y cuando se está jugando fútbol nada importa más que el partido.Cuentan que, en una jugada dividida de un partido de mala muerte, el centro delantero choca con el arquero. Y como siempre en el área, el 9 saca la peor parte. Entra a la cancha el utilero junto al paramédico a atender al jugador aturdido y luego vuelven donde el entrenador a reportar: “Está mal, no se acuerda quién es…”. El entrenador, hombre experimentado y con las prioridades claras, reflexiona un segundo y toma la “decisión” clave del partido: “¡Bien! Díganle que es Pelé y que siga jugando”.
En el deporte y en la vida los entrenadores son importantes. No hay figura exitosa del mundo del arte, la ciencia, la política y el deporte que no reconozca que en su vida tuvo un mentor. Alguien que con sus sabios consejos, su dirección, liderazgo y ejemplo lo marcó profundamente y lo hizo una mejor persona y/o un mejor profesional.
Existen muchas formas de liderazgo. En TED.com recomiendo ver una charla del director de orquesta Itay Talgam, quien, a través de la forma de conducir de los distintos directores de orquesta, ilustra las diferentes formas de liderar. Las hay desde la severidad y rigor de Riccardo Muti, hasta la silenciosa inspiración y libertad que Leonard Bernstein da a sus músicos para sacar lo mejor de ellos.
Hay entrenadores de fútbol que han marcado historia por sus liderazgos. Ejemplo de ello, aunque en las antípodas uno de otro, se encuentran Menotti y Bilardo, ambos campeones del mundo con Argentina. Menotti, un amante del fútbol clásico, dándole libertad creativa a sus dirigidos, para que la espontaneidad y genialidad del futbolista argentino hiciera el trabajo. Bilardo, un trabajador incansable de jugadas preconcebidas, un planeador que no dejaba nada al azar. En sus equipos, el único que tenía libertad para crear y moverse era Maradona; el resto, ni pensarlo. A Menotti, ante la pregunta que alguna vez le hicieran acerca de cuál era la diferencia entre ellos, contestó: “Muy simple: a Bilardo le gusta Iglesias y a mí Serrat”.
Los países no son distintos. Necesitan mentores, líderes que sepan reconocer en un problema una oportunidad; que tengan calle para salir jugando en momentos difíciles; que tengan el carácter para tomar decisiones, por impopulares que sean; que puedan poner orden en la anarquía, que puedan transformar barras bravas en equipos armoniosos. Chile anda en busca de ese líder. Cuando ya no basta la camiseta, el orgullo deportivo y la fortaleza de las instituciones, los equipos necesitan un nuevo entrenador.
Es importante, sin embargo, reconocer que no todas las épocas ni todas las circunstancias y personas demandan los mismos liderazgos. Después de la Unidad Popular era evidente que Chile necesitaba uno fuerte que pusiera orden. Después del gobierno militar, sin embargo, esos mismos chilenos necesitaban un liderazgo amable y comprensivo.
En retrospectiva, pienso que el Presidente Piñera se equivocó en su lectura de la realidad y con ello en su definición de liderazgo. Quiso ser popular a través de la permisividad. Pensó que lo habían elegido porque era el mejor compañero y no porque era el mejor alumno. Nadie elige a la derecha para que lidere un país porque es simpática, trae puras buenas noticias y no le exige nada a nadie. Para eso está la izquierda. A la derecha la eligen para que mande, respete y haga respetar la ley, haga cumplir los contratos, desarrolle la economía y dé libertad a las personas para buscar su felicidad y prosperidad de la forma que mejor les parezca.
Hoy, a las puertas de una nueva elección, tratemos de leer la realidad. ¿Para llegar al desarrollo, necesita Chile un liderazgo amable, sencillo y simpático, pero irresoluto en tiempos de crisis? ¿O alguien severo, exigente y ordenado, pero con capacidad de tomar decisiones? La verdad es que la simbiosis perfecta parece no estar disponible… aunque los partidarios de una y otra les digamos que son Pelé.