En el zoológico político han surgido los progresistas reaccionarios. Un oxímoron: la combinación de dos palabras contradictorias, para un ideario confuso.
En la derecha, en aras del progresismo y creyendo romper su inmovilismo, alguna dirigencia empresarial propuso en estos días la sindicalización automática, renunciable. Concepto en apariencia liberal, que se traduce en sindicalización obligatoria, supuestamente aminorada por una desafiliación expedita, que igual captura y estigmatiza. Una imposición legal inaceptable, precedente para la afiliación forzosa y medieval en los colegios profesionales, juntas de vecinos y otras instituciones. Otro caso son los modernos partidarios del libre comercio y a la vez retrógrados proteccionistas. Es la postura de exportadores que presionan para que no ingrese la competencia de fruta extranjera. Otros aparentan ser promotores de las libertades y de la igualdad de oportunidades, y lo hacen sólo en la retórica, sin imaginación y únicamente a costa de mayor Estado. Partidarios de la seguridad y del orden público se asustan ante los costos de imponerlo.
Los progresistas más reaccionarios de la izquierda son los comunistas, por ahora democráticos en la superficie. Pactaron con Michelle Bachelet y con la Concertación, sin comprometerse a renunciar ni al marxismo ni a las violentas movilizaciones en contra de su eventual gobierno. Reviven lo dicho por el senador comunista Luis Corvalán que, al resignarse a aceptar la democracia, aseguró que “por si las moscas” mantendrían armas para usarlas según sus conveniencias. Dicen respetar la democracia y defienden al régimen cubano. Son muy hábiles: sin un equivalente apoyo ciudadano, sus dirigentes influyen desprox porcionadamente en la Concertación, mientras han caído en el desprestigio en casi todo el mundo. Con otros progresistas de la Concertación aseguraron el apoyo a parte de su agenda y doblarán su representación parlamentaria.
Otros libertarios reaccionarios proclaman los derechos humanos y a la privacidad, y luego legislan para imponer la donación obligatoria de órganos, a menos que concurramos a una notaría y al Registro Civil para reservarnos la libertad de disponer de nuestros cuerpos. No es raro, tampoco permiten que dispongamos libremente de nuestros bienes después y antes de muertos, y en todas las esferas limitan la autonomía de las personas: regulan y prohíben hasta placeres íntimos, como el cigarrillo y la comida, incluso el consumo de leche.
El progresismo es entendible por los complejos de algunos derechistas e izquierdistas que zigzaguean o se dan vueltas en el carrusel político. En Chile, el progresismo es reaccionario y acomodaticio: da para todo, en derechas e izquierdas.