El interesante y buen filme chileno de 2004, "Promedio rojo", respiraba frescura y novedad por su traducción de la película tipo de "high school americana" a códigos chilenos. Era cine pop y así hay que juzgarlo, porque igualar este cine pop local con "No" o "Gloria" no tiene sentido: son voces distintas, aunque en esta secuela haya una secuencia que se mofa gruesamente del cine "serio" hecho en Chile.
Aclaradas las cosas, en "Promedio rojo" Ariel Levy era Roberto Rodríguez, un escolar rechoncho y nerd adicto a los cómics víctima de bullying. Esta secuela, ambientada 14 años después, con Roberto (un estilizado Levy) convertido en un atlético profesional que vive en Nueva York y que ha olvidado: 1. Sus sueños de ser un historietista, 2. Su vida "loser" y 3. A sus amigos aún más perdedores, Condoro y Papitas.
Un débil y absurdo guión los reúne a los tres en la adultez por una razón: cumplir los últimos deseos del multimillonario Papitas, a punto de morir y quien desea, entre otras cosas, abrazar a un duende y viajar en el tiempo. Esta continuación es como el protagonista: es más musculosa en su producción, las animaciones de la introducción son de alta calidad, se lucen más los recursos, pero al igual que el personaje Roberto, el principal talón de Aquiles de "Mis peores amigos" es que olvidó de dónde viene: del cine chatarra y B, porque toma el camino de un melodrama que lucha por tomarse en serio, a pesar de la permanente presencia de bromas de dudosa efectividad. La película, con una asfixiante serie de placementsen sus contenidos, tiene citas de títulos clave de la cultura pop ("Terminator", "El señor de los anillos"), pero la cita en sí misma no basta para hacer crecer el camino de la primera parte, "Promedio rojo": un chiste adolescente distinto y valioso en 2004 pero en 2013, el mundo de Roberto y sus amigos definitivamente se congeló en esta inferior secuela. Comedia. 2013. 90 minutos. Mayores de 14 años.