Un excelente grupo de cámara está integrado por excelentes solistas sin ego. Desde que el género evolucionó en búsqueda del equilibrio participativo en el diálogo instrumental, la atención del auditor debe “viajar” por las texturas, encontrando en cada resquicio algo de interés, y así la música de cámara se hace una experiencia mayor, música solo hecha de música.
Mark Gothoni (violín), Hartmut Rohde (viola), Peter Hörr (violonchelo) y Paul Rivinius (piano), conforman el Mozart Piano Quartet , que se presentó el martes en el Teatro Municipal de Las Condes, dentro de la Temporada Internacional Fernando Rosas de la Fundación Beethoven.
Llama la atención que estos notables músicos hayan optado por la conformación de cuarteto con piano como grupo estable. El repertorio es limitado, si bien hay obras señeras en la producción de Mozart, Brahms, Schumann, Fauré y otros. Las razones de su decisión son irrelevantes; lo importante es que su especialización en el género los ha llevado a producir versiones magistrales.
Las dos obras iniciales, el Adagio y Rondó concertante D. 487 de Schubert, y el Cuarteto opus 16 de Beethoven, subyugaron por la perfección sonora y ejemplar ensamble, pero son composiciones que solo ocasionalmente penetran en profundidades. Si bien la interpretación llevó a las obras a gran altura, hubo que esperar a Brahms para aquilatar en pleno las virtudes del grupo.
El opus 60 de Brahms es una obra inmensa en cuanto a hondura de ideas y exigencias técnicas. Es imposible destacar un movimiento en particular, pues todos acusan una riqueza inaudita de recursos, desde la doble octava sobre un Do que anuncia ominosamente la tragedia por venir: el lirismo de los temas secundarios del primer movimiento, la turbulencia del Scherzo, el canto solístico del violonchelo en el Andante (una de las más hermosas melodías de todo el Romanticismo) entreverado con sutiles ritmos y fragmentos contrapuntísticos de los otros instrumentos; el casi movimiento perpetuo del final que se va difuminando. Una joya de construcción y expresividad, que tuvo una versión imponente.
El grupo ofreció de encore una pequeña Serenata de Richard Strauss, que no hizo más que confirmar su soberbia calidad.