No hay que equivocarse. La postergación del fallo de La Haya sobre la delimitación marítima con el Perú aumenta el espacio para las maniobras peruanas. Han transcurrido casi cinco años desde que se presentó la demanda y ocho meses desde que concluyeron los alegatos. La sentencia estaba prevista para julio pasado. Ahora dicen que se conocerá en enero del próximo año.
La demora permite a peruanos aprovechar el mayor tiempo disponible para sugerir por la prensa e insistir en que los jueces deben adoptar soluciones imaginativas, en vez de aplicar el derecho internacional. Esa candinga ya la leímos en sus escritos y la repitieron en sus alegatos verbales. Entonces sostuvieron majaderamente que no había tratados que fijaran la frontera marítima. Ante abrumadoras evidencias que los obligaron a reconocer su existencia, afirmaron que los convenios no eran de límites, por lo que los jueces deberían ser creativos. Chile ha sostenido con solidez que no cabe una nueva delimitación porque los límites fueron establecidos por tratados válidamente celebrados, en vigor, reconocidos y respetados por las dos partes. Así lo practican los pescadores ariqueños por más de medio siglo, que pescan en las 200 millas al sur del hito N° 1. Igualmente proceden las naves de la armada que patrullan ese sector y detienen a las extranjeras que ingresan sin permiso. Lo mismo los pesqueros, barcos y aeronaves, peruanas y de otros países, que piden autorización para ingresar y transitar desde ese límite.
Otra maniobra peruana pretende que a ojos cerrados, sin conocer lo resuelto, Chile se comprometa a la ejecución inmediata del fallo. Un despropósito. Desde luego, sería reconocer anticipadamente que habrá un nuevo límite, pues no cabe ejecutar un límite existente. Además, la aplicación de una delimitación territorial es un asunto soberano, no es automática: su contenido y repercusiones merecen ser debidamente analizados y explicados. Se trata de un proceso. Esa es la costumbre internacional para estos casos.
En cambio, la postergación del fallo alivia a los políticos. Pueden dedicar la campaña solo a temas locales, sin desgastarse en uno internacional que no les da votos. La Corte también se beneficia con el aplazamiento: elude el ácido escrutinio de su decisión en un período electoral. Por último, lo que ocurre en las vacaciones de verano atrae menos atención.
En todo este tiempo hay que estar alerta y seguir dejando en claro la improcedencia de un fallo imaginativo y que no cabe sostener su ejecución inmediata.