En las competencias de mayor pergamino, al final de los partidos, los entrenadores asisten a las conferencias de prensa y enfrentan a los periodistas. Siempre es así y en el grupo hay de todo y por eso las preguntas al hueso y las tontas, otras con ánimo de encabritar y algunas lánguidas y amables.
No es nada de fácil para el entrenador perdedor y menos para los que se consideran derrotados por la injusticia, el árbitro o la mala suerte.
Pero lo hacen y eso les imprime educación al fútbol y al espectáculo.
En la cancha y en el rito de los 90 minutos hay roce, tensión y espíritu guerrero. Y sentimientos de alegría, impotencia, euforia o frustración; y también de ilusión, tristeza, conmiseración, sorpresa o desesperanza.
Todo lo anterior se acaba cuando termina el partido, o bien se disimula, se traga y se acalla, porque es la educación. Un bien superior, un gesto de civilización y vivimos en sociedad, así que a aguantarse llaman. Ya pasó la era de la tribu, el mordisco y el hachazo. No es tiempo de niñerías ni rabietas, porque unos te quieren y otros te quieren mal, porque así es la vida para cualquiera.
¿Cuál es la actitud?
La del profe que se come la rabia, porque tiene los cojones de un hombre educado.
Pone la pelota en el piso, respira hondo, sujeta al gorila interior y engrilla al yeti brioso.
El director técnico se controla, después de subir y bajar al camarín. Le recuerda la mamá al ayudante, la abuela al preparador físico y pellizca al masajista. Después se moja la cara, se rocía con spray ácido la entrepierna y muerde un jabón.
Así avanza por el pasillo y a medida que camina recompone la estructura ósea: hombros, manos, pecho. Todo bien plantado y que nadie le grite eso que alguna vez escuchó de niño: ¡camina como hombre!
Mientras camina instala su mejor sonrisa, limpia el ceño, toma aire y sale al ruedo de luces, fotos y micrófonos, donde lo esperan los rifles y cerbatanas de los periodistas.
Lo hace por usted mismo, pero también porque es su obligación y es la parte ingrata, salobre y dura, pero todas las profesiones tienen una parte así. Eso no es novedad, como tampoco es novedad hacer bien la pega y convertirse en un profe educado.
Educado porque se gana la vida como entrenador de equipos y para eso tiene relato, ideas, conceptos, estrategias. Y todo se puede explicar.
Educado porque los sentimientos no lo envuelven como a los hinchas, sino que en pocos minutos los cicatriza a la fuerza, pone distancia y enfría los hechos.
Educado porque es un hombre civilizado que aguanta las preguntas.
Incluso educado en el minuto final, cuando el mundo se le viene encima.