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Editorial
Viernes 20 de septiembre de 2013
Riesgos para el PC chino
La libertad económica puede conllevar una explosiva demanda de libertades políticas.
Causó sorpresa y se ha prestado a variadas interpretaciones la noticia publicada por “The New York Times”, según la cual el gobierno chino ha estado difundiendo entre los mandos medios del Partido Comunista un informe conocido como “Documento 9”, que alerta sobre la urgente necesidad de erradicar de la sociedad china siete ideas occidentales que pueden poner en peligro la estabilidad política del país. ¿Cuáles son ellas? La democracia constitucional, el valor universal de los derechos humanos, la independencia de los medios de comunicación, la participación cívica, el neoliberalis-?mo del mercado, criticar el pasado del Partido Comunista chino ?y la independencia judicial.
Desde una perspectiva occidental, dicho documento parece sacado de los tiempos de Mao, antes de que China abriera sus fronteras y su economía al mundo. Tampoco parece condecirse con la imagen del actual Presidente Xi Jinping, un líder de la quinta generación, con estudios en EE.UU. ¿Cómo entender esta directriz?
China hoy no solo es una potencia demográfica y nuclear, sino también la segunda economía mundial después de EE.UU. En ese cuadro, la masiva inversión internacional, la llegada de grandes firmas y la creciente presencia de turistas extranjeros inevitablemente ha ido despertando nuevas inquietudes en su población.
Sin embargo, desde los tiempos de Deng Xiaoping existe el concepto de “un Estado, dos sistemas”. China no pretende cambiar su régimen de partido único —que garantiza el poder al PC—, aunque haya impulsado en forma controlada la incorporación de la economía de libre mercado.
Los grupos más tradicionales del oficialismo chino nunca han ocultado el temor a que la libertad económica traiga consigo una explosiva demanda de libertades políticas. Cuando Gorbachov llevó adelante sus reformas, Beijing observó con gran atención sus consecuencias, tanto en los países de Europa del Este como en la propia Unión Soviética —una de las cuales fue la erosión del poder del P. Comunista—. Por eso, cuando en 1989 estallaron las protestas estudiantiles en China, en gran medida inspiradas por los cambios en la URSS, el gobierno de Deng no trepidó en cortar de raíz las reivindicaciones y ordenar el brutal desalojo de la Plaza Tiananmen.
Pero últimamente se han sumado los numerosos escándalos de corrupción que involucran a altas figuras del partido, dejando en evidencia el abuso de poder y la malversación de fondos, así como estilos de vida marcados por el lujo y los excesos.
El hecho de que ante tales situaciones la ciudadanía exija mayor fiscalización de sus autoridades podría ser la antesala de demandas políticas más profundas. Por eso, el “Documento 9” es un intento de blindar la posición del partido, sobre todo en la inminencia de la tercera sesión plenaria del PC, en noviembre próximo. Se prevé que en ella Xi llame a fortalecer la economía china mediante el consumo interno. Entretanto, la cobertura mediática de los juicios a los jerarcas caídos en desgracia busca aplacar los ánimos de una población que a través de las redes sociales se ha vuelto cada vez más crítica de las autoridades del partido. El PC chino teme cualquier reedición de lo que aplastó en Tiananmen, pues no sabe si esta vez podría repetir ese aplastamiento.